Los corazones, la lluvia de espezanza, las mariposas, las camas en llamas, los ángeles llorosos y sus alas rotas y toda la imaginería característica de Maná elevada a la máxima potencia compusieron una ardiente atmósfera musical anoche en el Coliseum, donde 8.500 personas de todas las edades disfrutaron y vibraron con el concierto del grupo mexicano. Al espectáculo contribuyó una sorprendente puesta en escena de luces, efectos, pirotecnia y fuego que miles de teléfonos móviles captaron desde el primer minuto hasta el último.

Una proyección de imágenes de Latinoamérica precedió a la salida al escenario de la banda, que enseguida encendió al público con temas como Corazón espinado y Cama incendiada. Sus miembros se dirigieron a los espectadores en varias ocasiones, a quienes animaron elogiando sus pulmones, Galicia y A Coruña. Dedicatorias a Chico Mendes, las luces apagadas "para ver la luz de toda la ciudad" y "conectar con la madre tierra", la invitación al escenario del guitarrista coruñés Andrés Rodríguez y una intervención virtual de Shakira, que se la escuchó pero solo se la pudo ver en una pantalla, formaron parte de un concierto en el que el grupo fue arropado por los y las fieles de un caluroso público.

La espectacularidad de la ambientación y los efectos, sobre todo de aquellos en los que el fuego fue protagonista, acentuaron la conexión del grupo con su entregada audiencia, que enloqueció cuando sus miembros se desplazaron a una cama gigante instalada entre el público del foso para interpretar temas.

La expectación fue tal que las entradas se agotaron días antes y las colas de coches que se desplazaron al Coliseum se empezaron a formar más de dos horas antes en dirección entrada a la ciudad. Dentro les esperaba el fuego de Maná.