El tenor Enrique Paz Escudero (A Coruña, 1949) forma parte del rico patrimonio lírico de la ciudad. El coruñés comenzó desde muy joven sus andaduras con el canto lírico hasta llegar a ser el discípulo del legendario tenor Alfredo Kraus. Esta condición lo llevó a recorrer escuelas de canto, teatros y salas de toda Europa en una época en la que conoció a grandes personalidades de la ópera.

La familia de Paz no era muy dada al canto lírico, aunque sí su abuelo materno. De niño dos discos de vinilo llamaron su atención: la grabación de la zarzuela Katiuska cantada por Alfredo Kraus y un disco de cuatro jotas interpretadas por Miguel Fleta. "A veces me dedicaba a imitar a Alfredo Kraus", explica Paz. Unos cuantos años más tarde entró en la Coral Polifónica El Eco, de la que todavía forma parte, y comenzó la que sería su carrera musical.

En esos años cultivó su amor por la ópera e hizo sus primeros pinitos como solista. Llegado el momento decidió que quería dedicarse al canto de forma profesional. Debía demostrar que tenía el talento para dedicarse a aquello como forma de vida, debía ser valorado por algún cantante. Su oportunidad llegó en el año 1970, cuando viajó a Milán y actuó delante de la soprano española Elvira de Hidalgo, otra figura emblemática. La maestra confirmó que tenía una "buena voz". Para conseguir estudiar en Italia, Paz debía recibir la recomendación de distintas personalidades del canto y así recibir las becas que necesitaba.

Un familiar conocía a Alfredo Kraus y sugirió que escuchase al joven tenor coruñés. Paz se plantó en su casa en Madrid e interpretó la serenata de Don Pasquale, la ópera de Donizetti. "Debí de hacerlo lo suficientemente bien", rememora el tenor. Tan bien que Kraus se brindó a ser su maestro de forma desinteresada y encargarse de su formación musical. Recibió las becas y acompañó al maestro durante tres años por toda Italia, aprendiendo la técnica del canto lírico.

Aprovechó la ocasión para presenciar los trabajos de Kraus y ver cómo funcionaba el mundillo de la ópera por dentro. En esos años vivió muchas experiencias inolvidables. Recuerda con especial cariño la vez que la soprano María Callas le dijo que aprendía del "mejor tenor del mundo", algo que todavía lo honra. La historia no continúa como parece. El respeto que le infundía el público lo alejó de la carrera profesional como tenor. "A lo mejor era un exceso de responsabilidad que veía yo como joven", reflexiona el coruñés.

Esta situación devolvió a la ciudad una parte de su patrimonio artístico y puede que le hiciese amar el arte lírico de otra forma. Desde entonces se dedicó a oficios alejados de la música. Siguió cantando en la coral de la que ya formaba parte desde joven y comenzó a dar clases de canto. Su voz se conservaba, con el paso de los años, en muy buena forma.

Internet le ayudó mucho a reconectar con su lado de tenor. A través de la red puede contar su historia, difundir su trabajo y encontrarse con alumnos. Se convirtió en maestro, igual que lo había sido Kraus para él. No hace mucho se desplazó desde su país un tenor coreano para recibir formación. La red también lo comunica con otro discípulo en San Diego (EEUU) y otros en Italia. "Siempre con la esperanza de poder visitarlos un día y enseñarles en directo", explica Paz.

Entre los proyectos que tiene presentes está dar conferencias sobre su maestro, Alfredo Kraus, y grabar un disco de lírica gallega cantada por tenor. De momento, disfruta como espectador la Temporada Lírica. Destaca la presencia de Gregory Kunde, algo que según él corrobora la calidad y tradición operística de la ciudad.