Nací en la calle Orillamar, en la que me crié hasta los 25 años junto a mis padres, Manuel y Olimpia, y mis hermanos Esperanza y María Dolores. Mi primer colegio fue el Vázquez, donde estudié hasta los 13 años, edad a la que ingresé en la Escuela del Trabajo, aunque luego la dejé para empezar a trabajar en un almacén de productos de peluquería, donde era el chaval de los recados.

Mi pandilla infantil estaba formada por Isidro Pousada, Quique Miaja, Pepe Ínsua, Loliño, Manolo Rapela, los hermanos Fito y Manolo Arrojo, José Manuel Montero, Moncho Iglesias, así como los hermanos Prieto, con quienes lo pasé muy bien. En aquellos años en nuestro barrio aún había mucho campo, por lo que nos íbamos andando hasta la Torre y Os Pelamios, así como a San Amaro, donde nos tirábamos al mar de cabeza desde la base de la grúa de la Termac.

Cuando nos cansábamos de estar en esa playa nos enganchábamos al tren que llevaba las piedras con las que construían el dique de abrigo para ir a bañarnos a las rocas, donde el agua, al igual que en San Amaro, estaba congelada. Tengo un gran recuerdo de mis días de cine con la pandilla en el Hércules, donde veíamos con gran ilusión las películas de aventuras y nos metíamos con Chousa, el famoso acomodador, cuando se marchaba la corriente y nos quedábamos a oscuras.

En esos años ya me gustó jugar al fútbol, por lo que entré en el equipo Águila, que se formó en el bar Pigal, en la calle de la Torre. Como siempre jugué de portero, durante aquellos años me conocieron como el Arconada de Orillamar. A los quince años fiché por el Torre, en el que estuve hasta los diecinueve, tras lo que pasé al Orillamar, en el que me retiré de este deporte, aunque también practiqué fútbol sala en el Orillamar, Academia Juan Flórez, Antiguos alumnos salesianos y Colegio Calvo Sotelo. Cuando ya estaba retirado me llamaron del equipo del bar Habana Club para ayudarle a subir de categoría, en lo que colaboré con mi amigo, el exjugador del Deportivo Pepe Pousada, con quien conseguí que el club ascendiera. En esos 25 años hice grandes amigos y compañeros con quienes me sigo viendo y con los que mantengo una gran amistad. Entre ellos destaco a Cholo Pita, Manolo Mendoza, Manolo Santiso, Jaime Rey y Fernando Robles.

Cuando empecé a trabajar y tener algo de dinero bajaba todos los días con muchos amigos y compañeros de trabajo a pasarlo bien por las calles de los vinos, donde frecuentábamos A Miña Casa, As Boas Cepas y el Habana Club, que era nuestro punto de reunión.

Tras dejar el almacén de productos de peluquería, trabajé durante once años como tipógrafo en La Voz de Galicia y posteriormente como conserje en la Urbanización Casablanca, donde me jubilé.