Después de una noche en la que los coruñeses pudieron fotografiar en su cielo una luna brillante, grande, prácticamente perfecta, el agua subió y bajó por encima de los límites habituales. Durante la pleamar, pasadas las cinco de la tarde, se repitieron las imágenes típicas en el centro de la ciudad, con los barcos en zona de la Marina casi encaramados al muelle o los bañistas disfrutando de menos espacio de arenal de lo habitual en Riazor y Orzán frente a un mar en calma, además de otros mojándose los pies sin saltar al agua desde la zona de las Esclavas. Ninguna consecuencia negativa en la ciudad de A Coruña, aunque sí, de nuevo en Betanzos, con portales inundados por el agua y un coche, que había aparcado en una de las rampas de bajada del muelle, prácticamente desaparecido bajo la crecida del río Mandeo.