Nací en Corme en 1934, cuando la única actividad que había en la localidad era la pesca en agotadoras jornadas de trabajo en el mar que empecé a vivir a los ocho años trabajando con mi padre en el barco de desguaces España, en el que era patrón, y con el que recorrí las costas gallegas para ayudar y recuperar los muchos buques que se accidentaban, sobre todo en las zonas de Corme, Camelle y Fisterra hasta que en 1964 nos hundimos a la entrada de A Coruña.

En ese momento decidí dejar el mar y entrar a trabajar en la recién construida fábrica de Emesa. En el año 1979 pasé a Sidegasa, en la que desarrollé el resto de mi vida laboral hasta que me jubilé. La llegada de mi familia a la ciudad se produjo en el momento en que de niño me embarqué con mi padre, ya que su barco tenía este puerto como base. Nos instalamos en la avenida de Chile, donde viví con mis padres, Ramón y Teresa, hasta que me casé, en que me trasladé a las Casas de Franco, que acababan de inaugurarse.

Como durante mi infancia y juventud estaba siempre en el mar, esperaba con ansiedad llegar a puerto. Cuando había temporales y no se podía salir al mar, aprovechaba el tiempo para disfrutarlo con mis amigos del barrio y los alrededores en los viejos cines Monelos, Gaiteira, Doré y Finisterre, donde lo pasábamos fenomenal con las viejas películas de aventuras que echaban y que nos ilusionaban en aquellos años de miseria y carestía tras la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial.

Recuerdo que como había racionamiento de los alimentos, en Monelos había un fielato para controlar a la gente de las aldeas que venía a la ciudad para vender sus cosechas y que pagaban el impuesto en especies. A pesar de todo, guardo un grato recuerdo de lo bien que lo pasé con mis amigos en aquellos años tanto en mi barrio como en el de mis abuelos, que vivían en las antiguas casas de planta baja para los pescadores en la playa de Os Pelamios, a donde me llevaban mis padres en verano, por lo que solía bañarme allí y en San Amaro, donde el agua estaba siempre congelada.

También me acuerdo de cuando la familia iba a pasar el día en el monte que rodeaba el Club del Mar, donde se celebraban las famosas comidas y merendiñas que llenaban por completo la zona. Después de comer los chavales nos reuníamos para bajar hasta la gran charca que había detrás del Club del Mar y donde también había un manantial.

Me tocó hacer la mili en la Marina en Ferrol y, a causa de una lesión, me tuvieron que ingresar en el Hospital Militar coruñés, donde conocí a la que fue mi novia y después mi mujer, Carmen Vázquez García. Al casarme y cambiar de domicilio fui perdiendo el contacto con los viejos amigos de la infancia e hice otros nuevos, como Jaime, Félix el churrero, Lestón, Manolo, Blanco, David, Luis y Fernando, mi cuñado, con quienes trabajé en Emesa. Durante los años que viví en las Casas de Franco fundamos una peña en la que estábamos Juan, Cheché, Manolo, Carlos, Juan, Remedios y yo, que tenía su sede en el desaparecido bar Los Ángeles.

Cuando a principios de los ochenta la empresa empezó a tener problemas, un gran número de trabajadores fuimos hasta Alvedro para tratar de hablar con el vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, pero como no nos hizo caso, estuvimos a punto de hacer volcar su coche oficial, pero la Guardia Civil lo evitó y algunos compañeros fueron detenidos y después puestos en libertad sin cargos, ya que el Gobierno no presentó denuncias. Al igual que muchos de mis compañeros, seguí participando en las muchas manifestaciones que se organizaron en aquellos años para luchar por la continuidad de la empresa.

Ahora, ya jubilado, me marché a vivir a Camelle por razones de salud, a la casa de mi bisabuelo, que era conocido en la zona como el tío Devesa. De vez en cuando regreso a la ciudad para ver a mi familia y acudir a revisiones médicas, así como para disfrutar de mi querida y vieja Coruña.