La depuradora de Bens tiene ovejas que se meten en las máquinas y amenazan con atascarlo todo. Así es cómo denominan los técnicos de la planta, por su gran parecido con las ovejas, a los centenares de toallitas húmedas, algodones desmaquillantes, bastoncillos de los oídos, compresas, tampones, salvaslips y seda dental, amalgamado con miles de pelos, que se enredan en los vórtices y se van formando bolas de hasta un metro de diámetro.

Son uno de los grandes peligros de las estaciones depuradoras de aguas residuales porque pueden obturar e incluso romper máquinas y detener el tratamiento durante horas, un riesgo fácil de eliminar: que los vecinos de la comarca de A Coruña arrojen este tipo de residuos a la papelera y no al váter. "Aquí se generan setenta toneladas de fibras al mes, casi 2.500 kilos por día. Pero luego si preguntas todo el mundo dice que no tira nada de eso al váter", explica Carlos Lamora, el director general de EDAR Bens SA, la primera empresa pública supramunicipal de Galicia y que cada semana organiza visitas de escolares y de entidades para que conozcan lo que cuesta depurar y sobre todo que tomen conciencia de lo que sucede si arrojamos residuos indebidos por el retrete.

La formación de estas peligrosas ovejas (que si llegan a las bombas centrífugas pueden bloquear los tamices, subir el nivel del agua y causar vertidos además de obligar a reparaciones que cuestan hasta 8.000 euros) es una de las curiosidades que se conocen en las visitas que organiza la entidad en su objetivo de transparencia y divulgación a estas instalaciones de la planta de depuración que se inauguraron en 2011 en la costa de Bens, justo frente a la Ila Redonda, un islote de roca al que se puede cruzar en marea baja. Las visitas, solicitadas por colegios, asociaciones y empresas, comienzan con la proyección de las características de la planta, su funcionamiento integral e imágenes sobre las cosas más extrañas que han llegado a las instalaciones y que no deberían haber ido nunca a la red de saneamiento: un cono de obra, tablones de encofrado de más de un metro, aceitunas, fresas, colillas, preservativos, trozos de chorizo, botellas de plástico de dos litros, estropajos, cuchillas de afeitar. Incluso han fotografiado, como curiosidad, una bola de bingo. Con el número 82.

"Lo que más les llama la atención a los escolares, sobre todo a las chicas, es lo de los tampones. Todas creen que las compresas no pueden ir al váter pero los tampones sí, lo que es un error", precisa Lamora, quien añade que tampoco es cierto que muchas toallitas y otros productos que se anuncian como biodegradables lo sean. "Pueden degradarse, pero en seis meses, un año, no se disuelven instantáneamente en el agua como creen muchos".

Pero aquí también llegan aguas con restos de productos de los hospitales, medicamentos. Son instalaciones con riesgo biológico, por eso cuentan con importantes medidas de seguridad, son objeto de revisiones, inspecciones y auditorías por parte de la Xunta de forma periódica, y el personal está vacunado contra gran número de enfermedades.

Aquí no se puede fumar ni comer y hay que llevar guantes. La vaporización de las aguas en tratamiento en las piscinas al aire libre termina impregnándolo todo, también las barandillas a las que te agarras con las manos. "Aquí todo es de plástico o inoxidable, sino se corroe todo", relata el ingeniero industrial y miembro de la asistencia técnica de la planta, Francisco Pérez.

"Depuramos las aguas residuales de casi el 20% de la población de Galicia. Cada día tratamos el equivalente a un estadio de Riazor, pero de 25 metros de altura, 250 millones de litros. Antes de la EDAR, A Coruña tenía la depuradora más grande del mundo: de aquí a Nueva York", cuenta Carlos Lamora, en referencia a las precarias instalaciones que existían en Bens hasta 2010, "con un pequeña tratamiento y un pequeño desbaste no muy eficaz, y el mismo volumen de agua que ahora, que iba todo al mar, quitando un poco de arena y flotantes solo, y un pequeño emisario, y según las corrientes, acababa en las playas", añade Francisco Pérez.

El director de la planta subraya en varias ocasiones lo que le duelen afirmaciones desde algunos sectores sobre que "la depuradora no funciona". Según indica, solo hace falta pedir cita para una visita y verlo en persona, todo el trabajo de análisis diarios de las aguas (comprueban casi cuarenta parámetros), trabajo de retirada de residuos sólidos, dos decantaciones, tratamiento biológico, desinfección y retirada de fangos. "Y todo por un coste que supone tres euros al mes. La tarifa que tenemos es de las más bajas de España, 85 céntimos por metro cúbico", destaca.

Un vecino de Elviña realiza sus necesidades fisiológicas, le da al botón del váter y seis horas después sus aguas están en Bens; tres horas después están tratadas; y otras tres horas más tarde ya están en el mar, depuradas y desinfectadas. "En nueve o diez horas está el agua depurada, que no potable, en el mar", precisa Lamora.

Este responsable se muestra partidario de introducir cambios en la ordenanza que estableció la tasa por el tratamiento, con subidas y bajadas. Subidas: porque no existe, como en la factura del agua potable, una cuota fija por disponibilidad del servicio. Bajadas: fijar bonificaciones para determinados colectivos como personas en riesgo de exclusión social, parados...Y al contrario: subir la tasa para que pague más el que más aguas residuales produce (las industrias).

Hace unos días visitaron las instalaciones trabajadores de Hendrix Genetics, una multinacional holandesa con una sede en A Coruña desde hace más de cuarenta años, dedicada a la genética de ganado bovino, avícola y porcino.

"Uno de los pilares de nuestra empresa es la sostenibilidad y coincidimos con la EDAR Bens en que el agua tiene una importancia estratégica. Tratamos mucho el tema de tratamiento de purines y nos parecía muy interesante conocer cómo se hace la depuración de las aguas en esta planta", explica el gerente de Hendrix Genetics, Nicolás Álvarez.

Los trabajadores, tras la proyección del vídeo visitan todas las instalaciones: los túneles por los que llegan a un pozo de unos quince metros las aguas del conducto de Elviña y de Riazor; el primer tamizado para eliminar los sólidos más grandes y el aireado para separar arenas y grasas; la decantación primaria para eliminar sólidos en suspensión por gravedad; el tratamiento biológico en el que se le insufla aire a las aguas para que crezcan las bacterias; la segunda decantación para separar el agua tratada del fango; la desinfección por rayos UVA que rompe la capacidad reproductiva de las bacterias, una vez que han cumplido su función; el secado y deshidratación de los fangos, proceso en el que se genera biogás (metano), que se aprovecha como energía para la propia EDAR; y luego el vertido al mar del agua depurada, por un emisario de casi un kilómetro en el fondo del mar.

Al final de la visita se abre un grifo y se muestra el agua depurada en un vaso: casi transparente. Parte de esta agua depurada se utiliza en las propias instalaciones de la planta para tareas de baldeo o limpieza de máquinas. "En zonas como Madrid o Murcia las aguas depuradas las utilizan para regar. Aquí no se le da valor porque llueve mucho y no se ve necesario", destaca el director.

"Las bacterias están a 32 grados, viven como en un balneario. Engordan y se comen los residuos y se depura el agua", cuenta gráfica y didácticamente Lamora. Las visitas ven desarenadores, desengrasadoras, decantadores, tamices, sopladores, silos de fango, biodigestores, equipos de floculación, torres que eliminan los malos olores, espesadores, las lavadoras de secado y el deshidratado...

El gas metano que se genera en los biodigestores se recupera y almacena en un gasómetro, una esfera con forma de bola gigante, y la planta fabrica el 30% de la energía eléctrica que consume. La luz es una de los costes más elevados: un gasto de 1,2 millones de euros al año. Un inconveniente: el Gobierno estatal obliga a pagar por generar biogás.

Los lodos desecados también se reutilizan: un gestor autorizado se encarga de su recogida y posterior procesamiento. Una parte se convertirá en compost, abono, y otra servirá para hacer tecnosuelos, tras mezclarlos con cáscaras de pino. En el caso de la EDAR Bens, sus residuos ayudan a regenerar las laderas de una mina abandonada en Touro.

Carlos Lamora destaca que con cinco alcaldes de distintos partidos en el consejo de administración, en el año y medio de funcionamiento de la sociedad EDAR Bens nunca ha habido que votar siquiera, siempre se aprueba todo por unanimidad.

"No hay colores políticos. Todos vamos al cuarto de baño", señala el director, quien añade además que esta planta supone un ahorro de costes para los ayuntamientos adheridos (que antes se encargaban de sus depuradoras y bombeos locales). "Nosotros no tenemos que ganar dinero para nadie, no tenemos que generar valor para los accionistas, los accionistas son los ciudadanos", agrega.

Una de las cuestiones que más asombra a los visitantes, además de las ovejas, es la cantidad de vertidos incontrolados que llegan a estas instalaciones y que suponen otra amenaza por la escasa concienciación. Vertidos de industrias, la mayoría.

En estos casi dos años de funcionamiento de la estación depuradora de Bens ha habido días que los pozos estaban totalmente rojos por un vertido de centenares de litros de sangre. "Y eso no es de una vivienda", apunta el ingeniero y guía de las visitas, quien cree que quizá las industrias realicen estos vertidos por "desconocimiento", o no.

Un día se produjo otro vertido de color rojo pero con un olor químico; en otra ocasión llegó un aluvión de espuma que casi tapona todas las instalaciones. En otra jornada llegaron unas aguas negras con "sólidos en suspensión tipo carbón".

"Cuando llegan estos vertidos podemos estar varios días sin depurar correctamente porque hay que limpiar todo", subraya el ingeniero industrial y guía de las visitas. El mayor control sobre las industrias de la comarca es una de las necesidades que la directiva de EDAR Bens considera urgente.

Carlos Lamora está convencido de que "el agua puede ser más estratégica que el petróleo", sobre todo en el futuro, y considera que "hay todo un mundo de investigación en potencia alrededor del tratamiento de aguas residuales", con mucho futuro sobre todo en relación a nichos de mercado, salidas laborales e inventos de técnicas y aparatos para mejorar la depuración pero también fórmulas para reutilizar los residuos generados (la generación de biogás es uno de ellos).

"¿Se podría llegar a hacer potable el agua tratada?", pregunta otro de los visitantes de esta jornada, otra posibilidad más que ofrecería este sector. "Habría que hacer nuevas instalaciones, muy caras y es muy difícil. El máximo de coliformes fecales que nos permite la Administración es de 10.000 porque hay un polígono de marisqueo cercano. Y bajar de ahí es muy difícil", replica Fran Pérez.

El fuerte mal olor en algunos edificios de la planta y sobre todo en la zona de las piscinas llenas de bacterias, no arredra para nada a unos animales: las gaviotas.

Decenas de ellas planean sobre la zona y es habitual verlas bañarse en medio de los residuos fecales. De ahí levantan el vuelo y luego se pueden posar en barcos, farolas, bancos, sillas en las terrazas, contenedores de basura...