La joven pianista armenia, Sofia Melikyan, ha planteado un inteligente programa, de estructura perfecta, centrado en la figura de Federico Chopin. En la primera parte, dos obras del gran pianista polaco, elegidas entre las menos interpretadas, y las notables variaciones que escribió Mompou sobre el Preludio en La mayor opus 28 nº 7, del músico mencionado. Y en la segunda, el ciclo completo para piano que compuso Granados, bajo el título de Goyescas, y cuyos motivos -que utilizaría posteriormente para la creación de su ópera homónima- ponen en evidencia la enorme influencia que Chopin ejerció sobre el compositor español. Donde mejor se desarrollan las cualidades pianísticas de Sofía Melikyan es en aquellas obras de contenido lírico, de aire pausado y de ornamentaciones no de demasiado complejas, como en la primera parte del nocturno chopianiano y en gran medida en la obra de Mompou. Cuando la partitura exige una alta velocidad, como en la Polonesa-Fantasía, hay una importante merma expresiva y la claridad, la bella luminosidad que caracterizan tantos pasajes en que el piano canta bellamente, se oscurece y en ocasiones pierde la limpidez. Tal vez las obras elegidas le planteen demasiados problemas técnicos porque son todas ellas muy difíciles; en realidad, podría haber seleccionado otras piezas de Chopin acordes con su estilo y sus cualidades más sobresalientes. No acabó de gustar del todo la versión de Goyescas, obra muy larga, de complicado planteamiento y difícil ejecución. Con todo, la pianista ofreció un bis: una sencilla y encantadora pieza armenia, de aire popular, cuya simplicidad y lirismo convienen a las características de la intérprete.