En la sede de Casco hay una pared forrada de baldosas blancas, algunas ya rotas por el paso del tiempo. Para cubrir sus grietas y darle un poco de color, los trabajadores y voluntarios de la entidad empezaron a poner pegatinas. Ahora, diez años después de haberse instalado en la calle Padre Sarmiento, la pared es ya un museo de la prevención y la lucha contra el sida. Hay, incluso unas de cuando no se anotaban los teléfonos con prefijo.