El arquitecto Manuel Gallego Jorreto expone en la Fundación Barrié, hasta el 16 de abril de 2016, una muestra comisariada por él en la que se enseñan 22 de sus obras, incluyendo el Museo de Bellas Artes, el de Arte Sacro y la facultad de Ciencias Sociales coruñesa.

-¿Cómo han cambiado las necesidades de vivienda desde que comenzó en 1969?

-Profundamente. Porque cambia radicalmente la sociedad. El papel de la mujer, de los hijos, la sociedad se hace más compleja. La vivienda estuvo sujeta a especulación estos años y es un tema social. Sigue habiendo escasez de viviendas pese a que se construyen. Contradicciones del sistema que ponen en evidencia que algo no funciona bien.

-¿Defiende una ética de la arquitectura?

-Creo en una ética de todo. En no traicionarme ni intelectual ni estéticamente, y en mantener los compromisos. El compromiso fundamental es conmigo mismo y con la sociedad: hacer construcciones pensando en quien las va a utilizar.

-¿Cómo conjunta la estética y la funcionalidad?

-La base es funcional. Tienes que hacer que una cosa funcione por ética. Si además le añades la estética haces más feliz a la gente. Es un objetivo fundamental. Una arquitectura sin estética no se concibe.

-¿Por qué cree que muchos no valoran la arquitectura?

-Porque no valoran la sensibilidad, percibir con el sentimiento el espacio, el arte, la música. Ser una persona con valores humanistas no está en alza. Hay más sensibilidad económica que estética.

-Ganó el concurso para construir la Casa de la Historia en Elviña. ¿Qué ocurrió?

-No lo sé. Gané el concurso y hasta hoy. Tengo el anteproyecto, pero no me volvieron a decir nada He tenido conversaciones, me dijeron: "Si tuviéramos dinero?"

-¿Ha hablado con el actual Gobierno local?

-No, pero supongo que con la crisis no es el momento más preciso. Ya ve, me autocensuro yo.

-¿Son frecuentes los desencuentros con el poder político?

-Pasa casi siempre. Que la arquitectura sirve para que el hombre se vea más libre, parecen palabras vacías, propaganda. No se valora. Si se valorara más sabrías cómo usar una casa, te defenderías de los especuladores porque sabrían donde está el valor. Y serías más feliz, y, sobre todo, más libre.

-¿Qué opina sobre el debate sobre la movilidad centrado, en A Coruña, en Alfonso Molina?

-La movilidad es transporte colectivo, la bicicleta y el andar a pie. No quiero entrar en debates aprovechando mi plataforma, pero es evidente que Alfonso Molina no es una autopista. Es evidente que tiene que humanizarse, hacerse más amable. Una autopista en el centro de la ciudad es un mal que sufrir porque no queda otro remedio. Creo que no es el caso, aunque no lo he estudiado en detalle.

-¿Qué opina de los planes municipales que uniformizan por decreto? En la Ciudad Vieja...

-Eso no está bien. La ordenanza tiene que permitir la creatividad. Limitando los excesos, pues es una norma de convivencia y respeto al bien común. La democracia tiene que ser propositiva, no coercitiva.

-¿Qué piensa del feísmo?

-No me gusta esa palabra. No es una arquitectura fea o bonita, es una arquitectura racional, lógica, sensible. Casi todo lo que dicen que es feísmo me hace sonreír, me parece sensibilidad pura. Todo dentro de unos límites. Quizás a un señor que está lleno de prejuicios estéticos le parece horrible. Peor para él.

-¿Qué le ha aportado la arquitectura tradicional gallega?

-Mucho. Reúne condiciones que admiro y deseo tener: claridad, funcionalidad, lógica, coherencia? Aunque este es otro mundo: yo no soy un campesino aunque quiera. Hubo un cambio entre la arquitectura popular, que se hacía uno mismo, a la de arquitecto. Aún hoy la arquitectura siempre tiene parte autoconstruida. Las casas muy acabaditas fracasan. La casa no puede ser un ataúd que no te deja moverte

-La arquitectura ha avanzado mucho en el último medio siglo...

-Como ciencia, pero no coherentemente con lo que significa. En algunas cosas hay una tecnología muy avanzada, pero a veces inútil: para hacer negocio, para conseguir un efecto. Pero los problemas de la vivienda, que son técnicos y económicos, están sin resolver. Y con el pensamiento sostenible se está dando una vuelta radical.

-Y hay diferencias en el acceso a la arquitectura según la situación económica...

-El gran arquitecto tendría que estar en los edificios públicos, ofreciendo su trabajo y creatividad. Así ha ocurrido muchas veces, también en España. Al que hay que espabilar es al político, que utilice bien al técnico. Que sepa elegir lo que verdaderamente necesita la sociedad.

-¿Qué piensa de los edificios públicos que se han hecho en Galicia con fondos europeos?

-Se me vienen a la cabeza muchos bastante inútiles, que no generan actividad, están infrautilizados, usados como propaganda. No todos, pero ha ocurrido muchas veces.

-¿Qué prejuicios estéticos existen hoy en la arquitectura?

-Ahora hay pocas ventas en los edificios, las fachadas son como tramas, pixeladas, se valoran las líneas oblicuas, se subvierte el espacio interior y el exterior? Todo esto se puso de moda y creó una corriente estética. En cuanto esta se afianza, el que se ponga enfrente es proscrito en cierto modo. Hay un exceso de arquitecto como estrella mediática, es un papel equivocado. Si lo es por ser un genio, muy bien, pero si es por pegar saltos en el aire, mal.

-¿Están olvidados los arquitectos gallegos?

-Los hay muy buenos, y los hubo siempre. Cuando empezaba, en el siglo XX o en el XIX, los que tuvieron que emigrar y los que se quedaron. Socialmente se desconocen, esa es mi queja. Aprovecho mi exposición para reivindicarlos.

-¿Le han cambiado elementos de un proyecto sin consultarle?

-Con mucha frecuencia. Me molesta que hagan cambios inútiles "porque me apetece así", cuando yo llevo pensando en ello seis años, y muchas noches sin dormir. ¡Dame razones! Lo que no me gusta es lo banal destructivo. Cambios porque le sale de las narices al propietario. Y cuando se hace sobre un edificio público es más grave aún.

-¿Prefiere que le den instrucciones muy concretas o abiertas?

-Quiero que me den lo que es importante, no estupideces. Si me encargan un hotel, quiero que me digan para qué tipo de habitaciones y clientes, cómo se organizan, la economía... Los temas cruciales, no accidentes como que quieren las puertas de cierto color. Muchas veces dicen una cosa y quieren otra, pero dialogando se pueden ir sacando cosas. Diálogo siempre.

-¿Qué obra le enseñó más?

-Todas. Se aprende, casi siempre, de lo que se hace mal, y de lo que hace bien otro. Es una actitud del espíritu. Un maestro que nos aconsejaba que, en vez de estar pendiente de lo que se hacía, estuviésemos pendientes de nosotros mismos y anotáramos lo que nos gustaba o desagradaba y por qué.