-En este periodo se originan las primeras grandes fortunas y sagas burguesas coruñesas.

-Exactamente. En 1759, cuando Carlos III llega al trono, la España del norte sufre un enorme atraso. Pero a los cinco años de su reinado, en 1764, decide acabar con el monopolio comercial del puerto gaditano con las colonias americanas y habilitar un segundo puerto en el norte. Y elige A Coruña, donde se establecen los Correos Marítimos que supondrán un vertiginoso despegue de la ciudad. Aquí había entonces 7.500 habitantes. En apenas 20 años, la población se duplicará y en 25, se cuadriplica, hasta los 30.000. Supera a Santiago, hasta entonces la primera urbe gallega, y se suma al puñado de ciudades más prósperas de España: Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia y Bilbao. Es un aluvión impresionante que viene en busca de las promesas de riqueza que ofrece la ciudad. Y conformará una poderosa burguesía emergente.

-En ese aluvión sobresalen los vascos ¿Por qué?

-Murguía dejó escrito que en esos años un tercio de la población coruñesa eran vascos. Pero no son vascos en general, son de la ría de Bilbao, donde se construyen los barcos para la línea comercial con América desde el puerto coruñés. Aquí no había navegantes, solo gentes que hacía faenas de marea, sin adentrarse en el océano. Los marinos vascos cubrieron esa ausencia. Vieron también las enormes posibilidades que se abrían en esta ciudad y arrastraron con ellos a una multitud de familiares, que se establecen para emprender negocios comerciales.

-Es el caso de los protagonistas de su libro, José y Pedro de Llano, padre e hijo, que serán los grandes referentes de ese El Dorado coruñés. Llegaron a ser dueños de medio Cantón?

-José de Llano llegó de Vizcaya como piloto y pronto pasó a capitán de una fragata real de los Correos Marítimos. Pero no tardó en ver donde estaba el futuro al ver la cantidad de dinero que pasaba por sus manos. Pidió la baja como marino y se estableció como comerciante. Pocos eran los que entonces llegaban a amasar una fortuna de un millón de reales; José de Llano dejó como herencia dos millones. Su hijo Pedro irá mucho más allá. Eran los dueños de medio Cantón. José de Llano residía en la Casa Grande del Cantón, donde se ubica hoy la Fundación de Abanca y su hijo Pedro vivirá donde hoy se encuentra la Fundación Barrié.

-¿Qué otros apellidos destacan en ese emporio coruñés?

-Poco antes de la llegada de los Correos, el censo del Marqués de Ensenada registra aquí la existencia de diez comerciantes. El más importante de esos pioneros era Jerónimo de Hijosa. Después de José de Llano están los Torres Moreno, que elevaron el nivel cultural de la ciudad al fomentar los antiguos teatros con los Adalid, con quien emparentaron. Agar, que tenía su casa en el número 1 de la calle Real. O, algo posterior, Juan Francisco Barrié. Él explica que es de origen francés y que pasó diez años en San Sebastián antes de venirse aquí por la pujanza coruñesa. Yo creo sin embargo que vino escapando de la Revolución Francesa. Debió llegar por 1794 o 1795 a Coruña, donde instaló la fábrica de sombreros más importante de España.

¿Por qué toma a Pedro de Llano como paradigma de este periodo?

- Era el símbolo del éxito y la opulencia y fue una figura clave del liberalismo en España. Protegido por su padre, que está en todas las instituciones y financia por ejemplo la reconstrucción de la Torre de Hércules y del Hospital de Caridad, domina los negocios. Pedro de Llano trabajaba ya en la sombra antes de la primera Constitución aprobada en Cádiz en 1812. La Constitución permitía hacer negocios libremente, sin dependencia real. Los liberales querían tabla rasa, que los negocios dependieran solo de tus cualidades. Y las de Pedro de Llano eran que tenía muchísimo dinero y los contactos necesarios para prosperar. Luchó contra el absolutismo de Fernando VII y financió el golpe de Porlier. Tuvo que exiliarse en dos ocasiones, la primera en Londres y la segunda en Liverpool. En A Coruña lo era todo. Si el Ayuntamiento no tenía con qué pagar algo, él echaba la mano al bolsillo y lo resolvía. Por donde pasaba, le tocaban el himno nacional. Tocó el cielo, pero acabó perdiéndolo todo.

-El tráfico de esclavos negros a las colonias era uno de los principales negocios de la época. Algún historiador señala que De Llano, con los Torres Moreno o los Adalid fueron excepciones.

-No hubo excepciones. Todas las grandes fortunas de ese El Dorado coruñés traficaron con esclavos. No está demostrado que Pedro de Llano se dedicara a la trata de negros, pero yo documento varias operaciones en las que queda claro que sí lo hizo. El tráfico de esclavos es un tema muy solapado. Los Torres y los Adalid tampoco figuran para nada, están impolutos. Pero cuando las cuentas no cuadraban y surgían los follones, siempre había un socio que tiraba de la manta. Y esas operaciones encubiertas salen a relucir. Solía ponerse a una persona interpuesta y ponían el barco a su nombre, pero era gente importante quien ponía el dinero por atrás. Otros, como es el caso de Juan Francisco Barrié, lo asumían sin ambages. La familia De Llano tenía un esclavo negro para las tareas más pesadas de la casa. Era carísimo, solo las clases opulentas podían tenerlo y todas estas familias de la burguesía emergente coruñesa los tenían. La Iglesia miraba hacia otro lado. Los llamaban "negros bozales", que no habían sido bautizados. Solo cuando llegaban al final de sus días solían concederles la libertad.

-Cuenta en su libro algo poco conocido: hubo una segunda fábrica de Tabacos, que propició un fabuloso 'pelotazo'.

-En 1802, los Correos Marítimos se van a Ferrol y queda libre el edificio de su sede, que en 1807 pasa a ser la Fábrica de Tabacos. El primer proveedor de una entrega de Tabacos al Estado es Barrié, pero Pedro de Llano ve enseguida el potencial del negocio e intenta meterse. El delegado real en la fábrica era un hombre corrupto y De Llano lo aprovecha, le proporciona casa y de todo. Empieza con pequeñas partidas pero dará el salto años después, en el trineo liberal de 1820 a 1823, cuando el Estado libera el negocio del tabaco. Pedro de Llano monta entonces su propia fábrica de tabacos, la segunda en la ciudad, que estaba en la calle de San Andrés, a la altura de la calle del Sol. El local del antiguo Cine Coruña era parte del solar de esta fábrica. El tabaco da unas ganancias impresionantes y el Estado pronto da marcha atrás y vuelve al monopolio. A Pedro de Llano le obligan a cerrar su fábrica, pero le vende al Estado el producto que tenía en proceso por dos millones y doscientos mil reales. Una barbaridad. Si se extrapola a nuestra época, equivaldría al valor de diez edificios Fenosa. Y en una sola operación.

-Escarba en su libro en aspectos inéditos de la ocupación francesa de la ciudad durante la guerra de independencia.

-Es una página de la ciudad poco estudiada. Primero entran 30.000 soldados de Moore, que vienen de retirada con todo tipo de enfermedades. Están unos días y se embarcan. Y entran otros 30.000 franceses, también portadores de todo tipo de infecciones, que ocupan la ciudad durante seis meses. Media población se fue al garete. La rendición llevaba implícita que no hubiera abusos y es cierto que de murallas para adentro se mantenían las formas, pero de Juana de Vega para allá, robaban, mataban y violaban. A los generales franceses había que acomodarlos y uno, Marconet, se instaló en la casa de Pedro De Llano, que tuvo que recoger los bártulos e irse. Era un bárbaro que entraba a caballo en la casa. Sin embargo, y por propia preocupación, impulsaron curiosas medidas sanitarias. Erradicaron por la costumbre insana de enterrar a los muertos en los atrios de las iglesias y próximos a los altares. En los templos entonces tan concurridos había una peste tremenda por descomposición. Y fueron los primeros que impusieron un cementerio fuera de la ciudad, orillas del mar, que fue el de San Francisco. A los dos años, se empezó a construir el de San Amaro.

-De su libro se desprende una historia de celos entre Pedro de Llano y Juana de Vega por el protagonismo del movimiento liberal.

-Se ignoran mutuamente, pese a estar en el mismo bando. Es un problema de protagonismo. Pedro de Llano y el padre de Juana de Vega, uno de los comerciantes más pudientes, financiaron el movimiento liberal contra Fernando VII. Juana era una niña de 15 años cuando entra en A Coruña el general Espoz y Mina, el bizarro militar liberal, con el que se casará. El general venía bastante rascado de recursos, con lo que vió en ella una moza casadera. Y Juana, a la que aquí llamaban la Generala, abrazó el liberalismo con fe ciega. Vivía en una nube como esposa del caudillo de las libertades. Sus memorias de aquella época están pobladas de fantasías, por no decir abiertamente mentiras, y yo la he pillado en varios renuncios.

-¿Por ejemplo?

-Cuando Pedro de Llano se exilia en Liverpool, fleta una impresionante fragata, la Minerva, que ofrece a otros destacados liberales coruñeses, como Juana de Vega y su padre. Juana, que no quedaba en buen lugar huyendo mientras su marido se batía con los enemigos del liberalismo, se inventa literalmente en sus memorias una travesía de casi siete meses en la que recorre la costa portuguesa, asiste al triunfo del liberalismo sobre el absolutismo en el país vecino, donde Mina tenía previsto ir a recogerla, es detenida y un montón de fantásticas peripecias más. Todo mentira. Pedí ayuda a mi hija, que trabaja en Londres con medios de comunicación, y logró de un conocido historiador documentación en la que un periódico de Liverpool de la época se hacía eco de la llegada de la Minerva, procedente de A Coruña, de donde había partido cinco días antes, y en la que viajaba la esposa del general español Espoz y Mina. Esos cinco días se convirtieron en las memorias de Juana de Vega en una inventada odisea de siete meses. Tras la muerte de Mina y ser aya de Isabel II, emergerá una Juana de Vega madura y mucho más interesante, que será una referencia social y progresista de la mano de Concepción Arenal.

-La figura de Pedro de Llano permanece envuelta en una niebla que lo difumina. ¿Por qué?

-Es un personaje muy citado, pero muy poco documentado. Nunca acaba de vérsele nítidamente en las referencias históricas. En su momento de esplendor multimillonario, todos le rinden pleitesía, pero cuando se arruina, se convierte en la diana de todos los dardos. Cuando se exilia en Liverpool, se van con cinco millones en vales reales, pero le resulta difícil convertirlos en efectivo. Esto le lleva a arriesgarse en operaciones que acaban en ventas falsa, endosos e impagos que afectan a comerciantes de aquí. Pedro de Llano no creía cuando se exilió en Inglaterra que la llamada Década Ominosa que restauró el absolutismo iba a durar tanto. Pensaba que era cosa de un par de años. Un hermano suyo, que era su representante comercial en A Coruña murió de los disgustos y medio arruinado. Tras la amnistía decretada a la muerte de Fernando VII, regresa, pero no se atreve a instalarse en A Coruña. Se queda en Madrid, donde lo sorprende la peste que asoló Madrid, que en sus días más virulentos se cobró la vida de Pedro de Llano y su hija mayor.

-Más allá de la reconstrucción de la fascinante figura de Pedro de Llano, digna de una novela, su libro viene a llenar un vacío documental sobre ese El Dorado coruñés que cimentó la identidad liberal e ilustrada de esta ciudad.

-Esos años crearon un tejido comercial e industrial que se sostuvo, pese a la desaparición de los correos marítimos con la emancipación de las colonias americanas. Debido a la cantidad de dinero que entró en esa época dorada, muchas de esas sagas burguesas adineradas decidieron quedarse. Era una ciudad muy rica, con una elite social muy próspera. Pero era también una ciudad de provincias; todos eran excelentísimos e ilustrísimos y miraban por encima del hombro, pero la mayor parte de las damas de esa clase privilegiada eran analfabetas. Todo lo hacía el dinero.

-¿Cuánto tiempo dedicó a este libro?

-Más de 24 años. He manejado unas 600 fuentes documentales, de las que unas 400 son inéditas.

-Es la obra de una vida.

-Sí. Empecé a coleccionar documentos y ahora tengo un archivo desproporcionado en casa.

-¿Por qué el título de Por vida de tres reyes

-En esa época, los alquileres se hacían por vida de tres reyes. Como se calculaba una media de treinta años por monarca, se buscaba garantizar un contrato de cien años. Era para que, en caso de fallecimiento del cabeza de familia, la viuda y las hijas solteras quedasen amparadas.