La flautista María Toro (A Coruña, 1979), publicó el año pasado su primer disco como compositora, A Contraluz. Mañana a las 22.00 horas ofrece un concierto en Bâbâ Bar acompañada por el piano de Iago Mouriño, el contrabajo de Pablo Pérez y la batería de Bruno Couceiro.

-¿En el recital recuperará los temas de A Contraluz

-Vamos a tocar los temas de A Contraluz y alguna versión de Carles Benavent, pero también introduciré algunos temas de mi siguiente trabajo. Lo grabaré en 2016, ya tengo el título pero quiero guardarme la sorpresa (ríe).

-¿En este segundo disco la flauta seguirá siendo el instrumento principal, y los temas continuarán siendo instrumentales?

-Voy a continuar en formato instrumental, como flautista y compositora, y habrá otros elementos que estoy incorporando ahora. La música que compongo nace del flamenco, el estilo en el que pienso las composiciones. Pero están influenciadas por la música popular brasileña. Vivo en Río de Janeiro y trabajo en proyectos con músicos de allí, con estilos completamente diferentes. Nos vamos contagiando los unos a los otros.

-Grabó A Contraluz

-Fui a vivir a esas ciudad porque quería empaparme de las cosas que había allí.

-¿Por qué fue a Brasil?

-Fue por una cuestión puramente personal, que no tenía que ver con la música. Pero dio la casualidad de que Brasil es un país en el que la música es muy fuerte.

-El flamenco se ve de forma muy fuerte en algunos de sus temas, como A Contraluz o A ContraluzGitano

-Empecé estudiando música clásica. Cuando acabé la carrera superior me dieron una beca para estudiar jazz en Madrid. Más tarde, cuando ya llevaba un tiempo estudiando jazz, caí en el flamenco por casualidad. Una compañía de flamenco tenía un estreno en Madrid y su flautista se había roto un brazo, por lo que entré a sustituirlo. Nunca había tocado flamenco, pero como hacía jazz y clásico podía salir adelante. Desde 2006 llevo tocando flamenco por todo el mundo, con compañías de baile y tablaos.

-¿Y por qué siguió en este estilo, qué le enganchó?

-Al principio era algo que nunca había hecho, me pareció un reto, excitante. Me parecía exótico tocar para que una compañía bailase con mi música, pues era algo muy diferente a lo que estaba acostumbrada. Me sedujo. Y luego me encantó, ya era imposible escapar.

-Pero ya tenía un familiar que era cantaor flamenco.

-Sí, pero de eso me enteré después (ríe). Con el tiempo supe que un hermano de mi abuelo, coruñés de padre gaditano, estuvo exiliado en París y vivió del cante flamenco. Se hacía llamar El Toro.

-¿Qué le permite hacer musicalmente el flamenco?

-Es el estilo en el que mejor me sé comunicar, en el que mejor sé dejar paso a mi personalidad. La música, y el flamenco en particular, me ayudan a desinhibirme, y gracias a ella consigo expresar lo que siento. A nivel técnico, el flamenco me gusta porque es una música muy tribal, y a la vez en la que cabe mucho la improvisación. Es una manera de tocar creando, constantemente.

-¿A qué se refiere con tribal?

-A que es visceral, pasional, caliente. Algo vivo.

-¿Qué posibilidades expresivas ofrece la flauta?

-Muchas, pero está bastante encasillada. Cuando digo que toco la flauta flamenca, la primera repuesta es de sorpresa. ¿Cómo, que se puede tocar flamenco con la flauta? Sí, se puede. En el jazz tampoco es muy habitual, aunque en el rock tenemos a Jethro Tull, que parece que abrió puertas. La gente se sorprende cuando haces algo que no es clásico o folk. No es el instrumento, sino el instrumentista, el que lo hace sonar en cualquier registro.