Iba a escribir Bajo truenos y relámpagos, como el título de la célebre polca de Strauss hijo, que se ofreció como el primero de los cinco bises; pero lo que realmente se escucharon en el Colón fueron aplausos y aclamaciones. El público disfrutó mucho con un espectáculo complejo y generoso por cantidad y calidad de intérpretes y obras ofrecidas. Éstas fueron nada menos que 22, bises incluidos; los bailarines sobre las tablas, unas dos docenas; y la orquesta en torno a cuarenta atriles, lo cual para una agrupación instrumental de ballet es bastante notable. De hecho, los músicos se situaron al fondo del escenario porque, si se hubiese dispuesto un foso, no hubieran cabido; y, además, porque la orquesta tuvo en este acto musical un claro protagonismo. Nivel medio estimable; mejor la cuerda que los metales (con excepción de unas trompas magníficas) y unas maderas de buena calidad. Agafita obtuvo un notable rendimiento de la colectividad instrumental, mediante una gestualidad clara, precisa y sin excesos. En las partes puramente orquestales, destacaron las versiones de las danzas húngaras números 1 y 5, de Brahms, y la danza eslava número 8, de Dvorak. También ciertas páginas (casi todas, polcas) de Strauss hijo, algunas de las cuales contaron con la complicidad del público, como la graciosa Polca del cu-cú; y, por supuesto, la popular e inevitable Marcha Radetzky, de Strauss padre. Anastasia Shevchenko, artista invitada del Ballet Nacional de Kiev, fue ovacionada por su elegante y grácil versión de El cisne, perteneciente a El carnaval de los animales, de Saint-Saëns; y en el Adagio de El lago de los cisnes, de Chaikovsky, con Sergey Kononenko, también solista invitado, en este caso del Teatro Marinsky, de San Petersburgo; el bailarín, que mostró una notable ligereza pese a su corpulencia, estuvo magnífico también en el pas-de-deux, de El cascanueces, del mismo compositor ruso, donde tuvo como "partenaire" a la excelente danzarina, Akari Kawasaki. Vladimir Bonsow conquistó al público con un Gopak, esa espectacular y frenética danza popular rusa. Un sencillo decorado cerraba el escenario por la parte del fondo. Vestuario, magnífico: brillante y variado. Coreografía espléndida, incluida por supuesto la clásica de Marius Petipa para los fragmentos de El lago de los cisnes y de El cascanueces. Algunos conjuntos, notables, como Los pequeños cisnes y las danzas (española, húngara, polaca), de El lago de los cisnes; un poco menos preciso el maravilloso Vals de las flores, de El cascanueces.