Ignoro las razones que han llevado a los responsables de la OSG a programar la Sexta Sinfonía de Mahler para uno de sus dos conciertos en Abu-Dabi. El otro, con obras de Wagner, Falla y la Cuarta, de Brahms, parece mucho más lógico para una breve gira que sitúa a nuestra orquesta a gran altura internacional. En todo caso, mi más ferviente deseo para que el mayor de los éxitos acompañe este importante periplo.

La Sinfonía en La menor, de Mahler, es una obra peculiar, incluso dentro de la peculiaridad del corpus sinfónico mahleriano. En ninguna de las otras sinfonías alcanzó, como en ésta, a describirnos los fantasmas que poblaban su cerebro, tal como hizo Gironella en un libro que escribió en 1959, y cuyo título encabeza esta crítica.

El músico bohemio es siempre genial, pero también irregular, desmesurado y depresivo; todo lo cual, en esta partitura, llega al paroxismo. Con todo, a pesar de que en su tiempo concitó el rechazo de primerísimos directores de orquesta, ésta es la tercera vez que se interpreta en A Coruña. En esta oportunidad, la dirigió Dima Slobodeniouk; en las dos ocasiones anteriores (2004 y 2013), Víctor Pablo Pérez. Las versiones de una y otra batuta han sido notablemente coincidentes: violentos contrastes, tremendas sonoridades y un acentuado dramatismo. Es muy probable que se traduzca así con fidelidad una obra que a nadie deja indiferente.

La orquesta puso de manifiesto, a nivel individual y colectivo, que se halla en un gran momento. Los considerables refuerzos (hasta superar los 120 músicos), se integraron con total naturalidad. El público, que llenaba el auditorio, escuchó la obra con ejemplar atención durante la hora y media que aproximadamente dura; y desbordó en repetidas aclamaciones. Lástima que un aficionado -por precipitación o por afán de notoriedad- impidiese que el pianísimo en que se desvanece el discurso musical se prolongase, más allá de su término, en el más elocuente silencio.