La maltrecha renovación de la Marina recuerda a la transformación de la calle Orillamar en un "corredor verde", como la acuñó entonces el Ayuntamiento. Ambas manejaron presupuestos de siete cifras, se inauguraron en vísperas de elecciones municipales, no sirvieron para que los alcaldes que las promovieron renovaran sus cargos y sus losas se levantaron antes de que se cumpliera un año de la apertura al tráfico de las vías. En Orillamar, el enlosado, que había sustituido al tradicional asfalto, no resistió el paso de vehículos -seis líneas de autobús pasan por esta calle- y acabó reventado por el tráfico. El Ayuntamiento optó por recuperar el asfalto.

La Marina, por ahora, supone un calco de Orillamar. El enlosado se rompe y el remedio de la Autoridad Portuaria pasa, por ahora, por retirar las losas y cubrir los carriles con asfalto que, en época de lluvias, no ha resistido más de cuatro días. El Puerto promete recolocar las losas la próxima semana con una solución para evitar que se rompa. Ya que esta alternativa existe, bien habría hecho en implantarla desde el principio. Hasta el propio autor del proyecto de la urbanización, Luis Collarte, había advertido de que el pavimento de la Marina estaba "escaso de junta" y había vaticinado que habría roturas "en poco tiempo". Lo había dicho en agosto pasado y, desde ese momento, las roturas tardaron dos meses, un registro indecente para una obra que ha consumido 10,8 millones de euros públicos en un túnel, 3,8 millones en una urbanización y 2,6 en "resto de actuaciones" no previstas que el Puerto no termina de desvelar.