Nací en Ferrol, pero a los dos años mis padres, Manuel y María, se vinieron a vivir aquí y se instalaron en la calle Ángel Senra, donde me crié junto con mis hermanos Alida, Manuel, José y Pili. Fui un chaval como tantos, que hizo casi toda su infancia y juventud en la calle, ya que en ella podíamos hacer todos nuestros juegos tranquilamente porque apenas había tráfico y la mayoría de las calles estaban sin asfaltar.

Mi primer colegio fue el Concepción Arenal, tras lo que pasé a la Escuela de Maestría Industrial, donde estudié Electricidad, aunque a partir de los catorce años también empecé a trabajar como chaval de los recados y aprendiz de electricista en la empresa Abel, situada en Rúa Nueva y que a finales de los setenta se trasladó a la calle Divina Pastora.

Estuve trabajando en ella hasta los años ochenta, época en la que decidí montar mi propio taller de electricidad en la calle San Vicente, donde empecé a arreglar los primeros televisores en color y los vídeos, lo que supuso una revolución tecnológica, ya que en pocos años cambiaron el concepto del cine porque con ellos se podían grabar y ver películas sin salir de casa. Fue una etapa muy importante para mí, ya que además de tener el taller abrí en la misma calle un videoclub que funcionó hasta mi jubilación.

Mis primeros amigos fueron Suso Cabanas, Vilariño, Piño, Víctor, Ortega, Otero, Manel, Pepín, Ínsua y el conocido Bubi Pepiño el de la sal, que ayudaba a su padre a repartirla por la ciudad en su carro tirado por un caballo que luego guardaba en el bajo de su casa en Ángel Senra. Nuestros juegos los practicábamos en las calles y campos de alrededor de nuestras casas y recuerdo lo feliz que fui cuando me regalaron mi primer balón de reglamento aunque era usado, ya que para los chavales de mi época era todo un lujo.

Jugábamos grandes partidos contra otras pandillas en los antiguos campos de la Peña, en la zona de Os Mallos y Outeiro, por donde luego pasaría la ronda. En el campo de Ángel Senra teníamos para divertirnos la conocida fosa de los pinos, a la que llevaban los postes de telégrafos para echarles brea y dejarlos a secar todo el año, lo que nosotros aprovechábamos para utilizarlos como balancines.

También recuerdo los domingos en los que íbamos a los cines España, Monelos, Doré y Gaiteira. A este último teníamos que ir cruzando un viejo puente bajo el que pasaban todos los trenes de la Estación del Norte, cuyo incendio vi cuando era un chaval y en cuya explanada jugamos muchas veces al fútbol. En verano nuestras playas preferidas eran Lazareto y Riazor, aunque en la primera los fines de semana teníamos que esperar a que las monjas retiraran a los niños de las colonias que estaban en el Sanatorio de Oza, por lo que esperábamos en el Puntal, donde se puede decir que aprendí a nadar cuando me tiraron al agua y no tuve más remedio que darle a los pies y las manos para no ahogarme.

Para pasarlo bien también teníamos la Granja Agrícola y los Estrapallos, donde íbamos a cazar gorriones, pardillos y jilgueros para luego venderlos. Para cogerlos solíamos usar un pegamento con el que se quedaban pegados, aunque esta actividad me valió un castigo cuando mis padres se enteraron de que muchas veces la practicaba mientras lataba a clase.

Mi principal afición en aquellos años fue jugar al fútbol, en el que empecé en el equipo de infantiles Los Mallos de Gonda, con el que quedamos campeones provinciales, lo que me permitió salir de la ciudad por primera vez, ya que tuvimos que ir a jugar a Marín y Ponferrada, a donde viajamos en tren, lo que para mí fue toda una odisea. En juveniles estuve en el Vioño y posteriormente en el Arteixo. Dejé el fútbol modesto cuando me casé en 1973 con Carmen Gómez, con quien tuve dos hijos, Iván y Rubén, este último fallecido, mientras que el primero nos dio dos nietos mellizos, Sergio y Rubén.

Posteriormente me dediqué a jugar al fútbol sala en los equipos San Cristóbal, Peña Cabaña, Grúas Eiriz, Joyería Abelenda y Joyería Ataulfo. Fue una época dorada de este deporte, en el que acabamos jugando casi todos los veteranos del fútbol modesto.

Fui uno de los fundadores de la Asociación Coruñesa de Fútbol Sala, cuyo organizador fue Germán Rodríguez Conchado. En aquel momento solo se disputaban partidos en el pabellón de los Salesianos y los primeros clubes de la asociación fueron Grúas Eiriz, Uniroyal, Calzados Yolanda, Maderas Peteiro y Orillamar. Tengo que destacar a dos grandes compañeros de equipo con los que jugué, Romay y Ataulfo Domínguez, con quienes mantengo una gran amistad, al igual que con mis antiguos compañeros de la infancia.