La calle más humana de A Coruña es una vía peatonal con techo de hojas que en verano se alternan con grandes racimos de uvas de la variedad tinta romana. La Travesía de la calle Estrecha de San Andrés es la más singular de la ciudad con su emblemática parra que con los años ha crecido tanto que a unos seis metros de altura cubre los 18 metros de calle e incluso ha doblado la esquina en dirección a San Agustín, por donde lleva ya otros 12 metros con apoyo de los balcones de los edificios. "Y más que tendría, si no la podamos llegaría al Ayuntamiento", explica Joaquín Castro, Tito, el gerente de la bodega O Viñedo, la propietaria de esta vid desbocada.

José Díaz Vales abrió este emblemático local coruñés en 1979 y años después plantó la vid, que ha seguido creciendo después de que él se jubiló. "Yo soy propietario del bajo y de la primera planta, que se usa como almacén. En el balcón de la planta alta tenía, en unos barriles que hacían de macetas, plantadas dos vides. Cuando el Ayuntamiento arregló esta calle, hará unos 22 años, un funcionario municipal que venía por allí me dijo que por qué no las bajaba y las plantaba en la entrada. Entonces la calle estaba como una leira de patatas. Le hice caso y ahí se colocaron, con permiso oficial del Concello", recuerda Díaz Vales, quien suele ir aún por el local a tomar algo y contemplar "este privilegio" que tienen los coruñeses, una parra en pleno casco urbano que da un toque rural y verde al centro. La otra vid urbanita de la ciudad es la de otro bar, La Parra, en San Amaro, aunque ésta solo cubre la terraza.

Díaz está contento porque el nuevo responsable del local, Tito, cuida bien de la parra. Ahora, en unos días, se subirá a una escalera y con unas tijeras realizará la poda, para tenerla un poco controlada. "Hay que podarla para que tenga más hoja y menos uva, pero aún así este verano estaba llenísima, cogimos muchos racimos, repartidos entre clientes y vecinos", cuenta Tito, que lleva tres años en O Viñedo, tras otros quince en otro local muy conocido, El Piolín.

Ahora, con las hojas achicadas, se ve el cielo pero en verano esta vid tapiza todo y deja una agradable sombra para tomar un vino y una tapa en la terraza de este mesón, sin prisa y casi olvidándose de que se está en la ciudad de A Coruña. "La uva es pequeña, de piel dura pero muy dulce. Ya nos dicen que podemos vendimiar y hacer nuestro propio vino", dice Joaquín Castro.

Este "privilegio" no podría mantenerse sin la bondad de los vecinos, que nunca han puesto pegas a que la parra se enreje en sus balcones y cubra sus fachadas. "Nunca hemos tenido vandalismo y los vecinos también son muy buenos. Uno precisamente me enseñó a podar porque tiene parras en su finca", indica Castro.

"En verano viene muchísima gente a hacerle fotos, muchos turistas, les cuesta creer que haya este pulmón verde en la calle. La parra es nuestra niña. Y no necesita mucho cuidado, solo en si hace mucho calor echarle un poco de agua. Tiene tierra arenosa y buen clima, está bajo el nivel del mar. El tronco está protegido con un canalón de hierro y la raíz está dentro del bocoy pero sigue bajo tierra, bajo la calle. Al otro lado hay otra parra, plantada del mismo año pero que creció muy poco", dice Tito, el gerente de un local en el que el vino es protagonista dentro y fuera.