Si algo ha demostrado el aeropuerto de Alvedro en los últimos años es que dispone de viajeros potenciales suficientes para moverse en el millón de pasajeros cada año. Solo las crisis aeronáuticas abiertas tras el atentado de las Torres Gemelas en Nueva York, en septiembre 2001, y tras la quiebra de Spanair, en enero de 2012, le apartaron de la senda de crecimiento. A falta de la tan necesaria coordinación aeroportuaria en Galicia, con la que terminales separadas por setenta kilómetros dejen de competir y duplicar esfuerzos en subvencionar rutas repetidas, la labor municipal se antoja fundamental para captar destinos y aerolíneas, pero no a cualquier precio. El esfuerzo financiero del Ayuntamiento debe centrarse en conseguir aquello que, sin aportación pública, una aerolínea privada no esté dispuesta a ofrecer por el riesgo económico que implica: rutas estratégicas para la ciudad y el área coruñesa que, sin apoyo público, la empresa privada no abriría por no resultarle rentables. Incluso se podría justificar el dinero público como aliciente para echar a andar una ruta que luego podrá volar sola. Pero carece de sentido financiar destinos que, como han demostrado, se sostienen por sí solos, como el de Madrid, por su marcado carácter de viajeros de negocios y de enlace con otros destinos turísticos.