El director del colegio Curros Enríquez, Antonio Leonardo Pastor, lo tiene claro: los contratos-programa de los que dispone el centro suponen un "refuerzo" muy importante para los estudiantes. "Nos permite que ciertos alumnos que están entre el tres pasado y el cuatro, puedan llegar al cinco o a algo más", explica.

En el centro están matriculados entre 25 y 30 estudiantes en los cursos de tercero, cuarto, quinto y sexto de Primaria que se benefician de estos programas. No son clases particulares sino una ayuda para que puedan alcanzar el mínimo requerido para poder aprobar sus asignaturas. Otro de los programas que se desarrollan en el centro es el de convivencia, con el que los alumnos del colegio intentan solucionar sus pequeños conflictos a través de la mediación, la que ofrecen los propios estudiantes.

En el caso del programa de refuerzo, el colegio público Curros Enríquez tiene este año una clase de cuatro alumnos que no hablan ni castellano ni gallego con la que pretenden que los pequeños lleguen a dominar estos idiomas para poder seguir el curso con sus compañeros con total normalidad. Hablan rumano, bielorruso, marroquí o chino, y es el propio profesorado del centro el que les enseña, eso sí, con la asistencia y los recursos que indica el departamento de orientación.

El centro solicitó el programa de convivencia por las diferentes nacionalidades de los alumnos que cursan estudios en él y por las costumbres que cada uno trae de su país. "Tratamos de integrarlos lo más rápidamente posible y, si hay algún problema de relación, tenemos un grupo de alumnos que trata de resolver los conflictos con el seguimiento de un adulto. Hablan del problema y tratan de llegar a un acuerdo", explica. Asegura Leonardo que no se puede hablar de racismo entre niños, que son conflictos que surgen en un patio y que "no tiene que pasar a más" en ningún caso.

Esta iniciativa para conocer otras culturas y para que los que llegan a Monte Alto, donde está ubicado el centro, sientan que se valora su pasado, se complementa en el centro a lo largo del curso con jornadas gastronómicas, en las que los alumnos comparten una tarde dulces llegados desde diferentes puntos del mapa.

Si le tiene que poner una pega a los programas, el director del centro asegura que lo extendería a toda Primaria, no solo a los mayores de tercero. Eso sí, en el Curros Enríquez, las jornadas gastronómicas y también la resolución de conflictos se aplica desde el primer curso, sin distinción de edades.