Y A Coruña sobrevivió sin Francisco Vázquez. Una década desde su adiós. Desde que José Luis Rodríguez Zapatero le comprase un billete de avión al Vaticano entre noticias de una red de negocios familiares. Diplomática salida después de 23 años de gobierno personal y personalista, modelando desde principios de los ochenta una nueva urbe con una envidiable red descentralizada de centros cívicos, culturales y servicios, con una gestión urbanística aún hoy judicializadagestión urbanística y con una "única política" válida, el coruñesismo, que para unos supuso convertir A Coruña en una polis ambiciosa y para otros, aislarla y perpetuar sus estratos.

El 10 de febrero de 2006, con borsalino negro, abrigo y bufanda blanca, y acompañado de su familia, Francisco Vázquez bajaba casi por última vez como alcalde las escaleras de honor del Palacio de María Pita inauguradas por Franco en 1955. "Que Dios me ayude en mi nueva tarea", decía unos minutos antes en el salón de plenos, donde hizo oficial su marcha, "no es un adiós porque yo nunca abandonaré La Coruña".

Dejaba atrás seis victorias consecutivas, un respaldo electoral indiscutible y poco habitual en otras capitales que le daba patente de corso para ir por libre dentro de su partido, que optaba por callarse ante las "cosas de Paco", aquella expresión que acuñaron sus compañeros de formación para las controvertidas declaraciones o cruzadas institucionales de este verso suelto como su preciada ele, con la que fue a los tribunales en la misma época en la que se tramitaba el futuro del fallido polígono de Someso.

Pero todo se agota. Cada vez más incómodo para la dirección del partido -Emilio Pérez Touriño llegó a proponer en 2001 la apertura de un expediente disciplinario- y con evidente pérdida de peso electoral -en 2003 se quedó a 142 votos de perder la mayoría absoluta-, su capa de inmunidad dejó de funcionar.

Un año antes, este periódico publicaba el proceso por el que Vázquez compró la sede de la ONCE en A Coruña, a 110.000 pesetas el metro cuadrado (por debajo del coste de una vivienda social) en la zona más cara de la ciudadVázquez ONCE A Coruña, tras romperse el acuerdo pactado para la compra venta del inmueble, catalogado como monumento nacional, entre la organización de los ciegos y la SGAE. El Ayuntamiento había rebajado su protección urbanística, lo que le permitiría hacer obras en el histórico inmueble, una cuestión que acabó en un pleno extraordinario.

Solo unos meses después y escasos días antes del anuncio de su marcha como embajador de España ante la Santa Sede, también LA OPINIÓN desveló una red de intereses empresariales entre el jefe de la patronal Antonio Fontenla y la familia del exregidor, a través de la sociedad instrumental IglevazAntonio Fontenla familia Iglevaz, en relación con la adjudicación de licencias de la Xunta para ubicar minicentrales en los ríos gallegos.

De forma oficial, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, expresaba su confianza en que el nombramiento del católico Vázquez sirviese para "mejorar" las relaciones diplomáticas con el Vaticano, al ver en su "personalidad" un arma para "facilitar la relación y la comunicación" con la Santa Sede.

Solo ocho días atrás, el secretario de Organización del PSOE, José Blanco, afirmaba en A Coruña que el único aspirante que se imaginaba para la Alcaldía en las elecciones de 2007 era Francisco Vázquez. "Yo no preveo otra cosa", decía el dirigente socialista. En mayo de 2005, a dos años de los comicios, el propio Vázquez expresaba su deseo de asaltar su séptima victoria, porque "todavía" se sentía "útil" para A Coruña y tenía "cuerda para rato".

Las reacciones a la marcha a Roma no se hicieron esperar. "Pocas personas hay tan bien preparadas", decía el senador del PP, Manuel Fraga, con quien mantuvo una entente interinstitucional durante años. El presidente del PP gallego, hoy presidente autonómico, Alberto Núñez Feijóo, interpretaba que había sido el propio Pérez Touriño el que le había pedido a La Moncloa "que lo sacara de aquí", al tiempo que predecía un "revés electoral" para los socialistas coruñeses.

El portavoz municipal del PP, Fernando Rodríguez Corcoba, veía el movimiento como "algo esperado" por "sus relaciones empresariales" y el nacionalista Henrique Tello, que acabaría formado un gobierno de coalición con el PSOE en 2007, analizaba el adiós como "una huida bastante sorprendente", recordando que había una serie de asuntos "sin resolver y sobre los que seguirían pidiendo explicaciones".

Menos de un mes después, Francisco Vázquez dejaba la Alcaldía con un acto solemne, en el que proclamaba el coruñesismo como "única política" válida para su proyecto, un legado que le dejaba a su números dos, Javier Losada. Se proclamaba artífice de una nueva ciudad. "El espíritu y el ánimo de La Coruña que hoy dejo, nada tiene que ver con el que imperaba hace 23 años en una ciudad que se sentía maltratada y carecía de objetivos. Desde el primer momento intenté inculcar la ambición de ser lo que siempre fuimos, una gran comunidad, ambiciosa, innovadora, moderna y cosmopolita", proclamaba en un acto que terminó en la plaza de María Pita. Allí se auto homenajeó con la banda municipal tocando el La, la, la.

Cantó Vázquez frente a una llama eterna que fue testigo de un cambio de página en la historia de A Coruña, una ciudad y un ayuntamiento que diez años después sobrevivieron a la ausencia del regidor, primero, con un gobierno de coalición socialista que acabó por enfrentarlo con los suyos (ya no milita en el partido) y, después, con un gobierno del PP de mayoría absoluta con Carlos Negreira al frente, al que el embajador, recién relevado en Roma, abrazó en su investidura ante las cámaras de los fotógrafos.

El popular no fue capaz de revalidar su mayoría y sucumbió ante una candidatura de iniciativa popular, Marea Atlántica, y un alcalde, Xulio Ferreiro, que accedió al puesto con solo tres años más que Vázquez en su debut como primer edil en 1983. Recibió el bastón de mando en un acto multitudinario la mañana del 13 de junio de 2015 mientras el exregidor, ya jubilado y apartado de la vida pública, se dejaba ver con paso tranquilo por la nueva y pétrea Marina.