En los patios de recreo o en cualquier pista de barrio de esta ciudad, la expresión "juego revuelto" se convierte en recurrente cuando alguno de los equipos contrincantes quebranta alguna norma o se llega a un punto muerto que no permite avanzar. Se trata de un grito catártico, un reiniciar que alumbra una nueva partida. La vida política municipal ha vivido este viernes algo de este volver a empezar cuando, en el marco de las negociaciones del presupuesto, el Gobierno de la Marea rompió con el trato preferente otorgado al PSOE, uno de los consensos no escritos asentado tras el apoyo de los socialistas a Xulio Ferreiro como alcalde.

Tras casi dos semanas con las conversaciones suspendidas, la Marea busca ahora abrir el juego negociador, además de a los socialistas, a PP y BNG. Con este movimiento, el PSOE pierde la oportunidad de monopolizar en exclusiva las negociaciones, pudiendo condicionar desde una mayor posición de fuerza el diseño de las futuras cuentas de 2016.

Los socialistas se encuentran entre la espada y la pared de quien no es gobierno pero tampoco acaba de ser oposición. O ceder y favorecer el trabajo de un Gobierno cuya gestión, si es buena, difícilmente van a poder rentabilizar, o plantarse y dificultar los acuerdos, algo de lo que tampoco será fácil sacar partido -al cabo, la Marea gobierna gracias a su apoyo- y que está causando malestar en ciertos sectores del partido, más afines a las alianzas con los de Ferreiro.

Ante este escenario, los populares tienen ante sí la posibilidad de arrebatar esta posición de privilegio a los socialistas. Sin embargo, un posible apoyo a la Marea en los presupuestos se antoja difícil, no solo porque el PP se ha erigido en el martillo pilón por excelencia contra Ferreiro desde que este les expulsó de la Alcaldía, sino porque el acuerdo con el Gobierno local sería difícil de explicar entre unas bases militantes que ven -o al menos eso expresan públicamente- al entorno de la candidaturas de confluencia como la quinta esencia del "radicalismo" político.

De alcanzar un acuerdo con la Marea, los populares serían una excepción en el Estado. En otras "ciudades rebeldes", como Madrid, Zaragoza o Valencia, el PP ha votado en contra de los presupuestos presentados por el Gobierno. Urbes, todas ellas, en las que el PSOE sí que ha apoyado las cuentas, lo que convierte a los socialistas coruñeses en una especie de rara avis, al menos en lo que a la relación con los nuevos ejecutivos se refiere.

En un segundo plano está el BNG. La aritmética electoral del Consistorio otorga a los nacionalistas un papel más simbólico que determinante. El apoyo de su única concejal, Avia Veira, no sería imprescindible en ninguno de los posibles contextos si bien un acuerdo con la Marea -con quien, a priori, pocas diferencias ideológicas separan-, otorgaría a las nuevas cuentas un cierto halo de consenso.

El Gobierno local, en el medio del maremágnum, tiene intención de llevar sus presupuestos al pleno durante el mes de marzo, con o sin apoyo del resto. En caso de perder la votación, la alternativa que les ofrece la ley no deja de ser tentadora. La ley de reforma local de 2013 les permitiría aprobar en 2017 los presupuestos en Junta de Gobierno Local, es decir, sin necesidad de llegar a acuerdos con la oposición. Si en 2018 tuviesen que prorrogar las cuentas de nuevo, en el próximo 2019, año electoral, podrían recurrir de nuevo a esta vía. La partida comienza de nuevo. Su resultado, cuestión de semanas.