Mónica Paz se acostumbró pronto a vivir en entornos profesionales donde los hombres son mayoría. Su vida laboral la inició como arquitecta técnica, un mundo en el que, dice, la mujer sigue siendo algo extraña, aunque la crisis y el colapso de la actividad en la construcción pronto la mandó a las listas del paro. Su padre, taxista, le ofreció tomar las riendas del coche y ganarse la vida trasladando a viajeros de un punto a otro de la ciudad. Y escogió ese camino.

Desde hace cuatro años y medio, forma parte de las, estima, cerca de 50 mujeres que conducen un taxi en A Coruña. "No sentí nunca ningún tipo de rechazo, ni por parte de los compañeros ni por parte de clientes". Algunos de los que se suben a su vehículo, sin embargo, continúan extrañándose de ver a una mujer al volante. "Dicen que da gusto que una mujer conduzca y que por fin se iguala algo el sector, aunque lo cierto es que todavía nos falta mucho para llegar a ser tantas mujeres como hombres", apunta.

Paz considera que, en el pasado, el oficio fue monopolizado por los hombres por la inseguridad y el riesgo que conllevaba conducir coches antiguos. Los horarios del trabajo también son, a su juicio, un hándicap para la entrada de la mujer en la profesión, especialmente cuando tienen hijos a su cargo. "Yo entro a las 07.00 horas y salgo a las 16.00 horas, así que con la ayuda de mis padres no tengo problema. Otras compañeras que están más solas sí que tienen más problema", asegura Mónica Paz, que tiene un niño de seis años.

En el medio plazo, no se plantea dejar el taxi y la idea de volver a ejercer como arquitecta técnica la ve todavía lejana. "Al fin y al cabo es para lo que he estudiado, pero está bien poder tener varias vías para vivir".