Fernando Rouco fue uno de los pioneros en esto de ser hombre y trabajar como educador en la enseñanza infantil de la ciudad. Desde hace veinte años, su día a día laboral consiste en lidiar con los más pequeños en la escola infantil Os Cativos, en el barrio de Palavea, y, pese al paso del tiempo, continúa siendo una excepción dentro de su profesión. "Pensé que con los años acabaría viendo más hombres trabajando en las guarderías, pero no ha sido así", señala.

Su experiencia familiar fue determinante a la hora de escoger este camino. Con catorce años, nacieron sus dos hermanos gemelos, José Manuel y Cristina, de cuyo cuidado se tuvo que hacer rápidamente cargo durante la jornada laboral de sus padres. Al acabar la selectividad, sus dudas entre Comercio Exterior y Educación Infantil pronto se decantaron a favor de la segunda. "Me pregunté: ¿Y por qué no? Yo ya había hecho la pretemporada con mis hermanos y así también tendría experiencia para cuando fuese papi. Además, me gusta ser creativo e innovador y lo de educar a los niños se adapta bien a esto", bromea.

Los primeros años se acostumbró a ser causa de sorpresa entre los padres de los pequeños del centro. "Algunos pensaban que estaba en la guardería haciendo objeción de conciencia para no ir al servicio militar o haciendo servicios sociales", asegura. En una ocasión, incluso, vivió cómo un matrimonio solicitó expresamente que su hijo no fuese educado por él y que fuese una profesora quién se responsabilizase de su atención. "Era una familia doblemente tradicional, pero solo ocurrió una vez". Ahora, su entorno cercano y los conocidos se han más que habituado a su trabajo y directamente lo conocen como "Fernando el de la escuela infantil".

Entre sus compañeras de centro asegura no haber tenido nunca ningún problema, si bien cuenta en su haber con alguna anécdota con profesoras de Infantil de otras guarderías de la ciudad, a las que no se les pasó por la cabeza que él pudiese ser como una más. "En algún cursillo las propias profesoras me preguntaban si yo era el cocinero. Si ellas mismas tienen esos prejuicios en la cabeza, ¿qué van a pensar el resto?", asegura.

Desde su punto de vista, la ausencia de varones en sectores relacionados con la educación y el cuidado de los más pequeños se debe a la hegemonía de una visión "patriarcal" en la sociedad. "Es una deriva, una inercia de la sociedad", dice, que enraíza sus orígenes en el hecho de que los hombres no son educados "emocionalmente" como las mujeres.

Después de la década del 2000, en la que considera que sí se dieron pasos desde la administración y en el seno de la sociedad en favor de la igualdad, percibe que durante los últimos cinco años algo se ha estancado, si no se ha retrocedido.