La Marea Atlántica parece haber renunciado ya a cualquier intento de camuflar su anemia gestora. A la ciudad se le escurre entre los dedos la esperanza y pierde con lastimoso vértigo el tren de las oportunidades. El fracaso mayúsculo de los presupuestos se erige sobre otros intentos fallidos. Entre ellos, el plan de empleo. Un plan que no es plan.

El documento es un tosco conglomerado de obviedades, ajeno a la necesidad real de la comarca: una economía productiva generadora de empleo estable y de calidad. En un ejercicio de generosidad podría admitirse como un punto de partida. Poco más.

Un plan incluye una visión estratégica de conjunto. Un plan aborda de frente la cuestión de la financiación. Un plan tiene hambre de talento.

Un plan no le da la espalda a la hostelería ni al turismo, partes inseparables de la atención al pequeño comercio. Un plan fomenta la promoción, apoyo y divulgación del espíritu emprendedor. Demasiadas carencias para considerarlo plan.

El grupo municipal popular ofrece -antes de que sea tarde- su colaboración para reconducir esta situación. En el nombre de la ciudad, admitan su incapacidad y pidan ayuda. La tendrán.