Hasta tres vceces hubieron de salir a saludar los solistas y el director, Richard Egarr. Salió también Joan Company porque el Coro de la Sinfónica que él prepara tuvo una actuación formidable. Hubo para todos ellos ovaciones cerradas y reiteradas exclamaciones de entusiasmo por parte de un público que asistió maravillado a otro día grande de la OSG, cuya lectura de la magna obra de Haydn fue excepcional. Es verdad que a los medios musicales británicos --solistas y director- este repertorio de los oratorios de Bach, Haendel y Haydn les resulta familiar; no en vano los británicos poseen una sostenida tradición interpretativa del género; pero los medios locales no desentonaron en absoluto. El Coro, impecable, fue un dúctil instrumento colectivo en las expresivas manos de Egarr, que lo dirigió con especial dedicación. Al prepararlo, Company ha conseguido unos resultados asombrosos; sin duda uno de los mayores éxitos alcanzados a lo largo de una fecunda labor rectora de muchos años. La Sinfónica de Galicia se halla en un gran momento. Lo acababa de demostrar con sendas sobresalientes versiones de dos verdaderas piedras de toque: la Sinfonía nº 3 de Brahms y Así hablaba Zaratustra, de R. Strauss. No estuvo a menor altura en La Creación de Haydn. Excelentes solistas con perfecta sintonía y admirable adecuación estilística. Si ha de ponerse algún reparo, sería en todo caso el hecho de que el barítono Foster-Williams -notable cantante, por otra parte- no es ni lejanamente el bajo que necesita la obra. La soprano, una lírica con mecanismo de ligera, de voz bellísima (llamada hoy, con notoria impropiedad, "soprano coloratura"); y el tenor, otro lírico de timbre claro e irreprochable fraseo completaron un elenco extraordinario.