Para Emilio García, el jefe de estudios del instituto Agra do Orzán, volcarse con los alumnos que tienen más dificultades para ir pasando de curso es "una manera de devolver la ayuda" que le prestaron a él algún día. Sobre este pilar se sustenta un sistema de trabajo que ha tenido ya sus frutos y, desde este curso, también dos premios, los que han ganado la alumna Nilu Das y Jordan Andrés Vente Angulo, que han recibido de la Xunta un galardón por haber superado sus estudios a pesar de las condiciones adversas con las que tuvieron que lidiar para llegar al Bachillerato.

El Gobierno autonómico ofrece veinte premios a los mejores expedientes de Secundaria y otros veinte a los alumnos que, propuestos por sus centros, hayan conseguido aprobar a fuerza de superar obstáculos. Son galardones en metálico, unos 600 euros para cada uno de los alumnos elegidos.

En el caso de Jordan, una de sus pasiones, "los videojuegos", se tuvo que quedar en un segundo plano para dejarle sitio a los libros de matemáticas, a los ejercicios de inglés y de lengua. Tiene 18 años recién cumplidos y ahora está en primero de Bachillerato. Cuando llegó, por edad, tendría que entrar en tercero de Secundaria, pero su nivel era inferior al de sus compañeros de clase, así que cursó segundo dos veces, hasta que pasó a tercero y, después a Bachillerato sin repetir.

"Cuando llegué tenía dos objetivos: ser futbolista y poder volver a ser adicto a los videojuegos", así que su futuro profesional cree que irá por ahí, por el estudio de diseño gráfico, para poder aplicar los conocimientos adquiridos a su gran pasión.

Para Nilu Das, de 19 años, el futuro está ligado a los números. Asegura que le gustaría estudiar Enfermería o alguna carrera sanitaria aunque, si no le da la nota, se inclinará por "alguna ingeniería". Llegó de Bangladesh hace seis años, cuando solo tenía trece y no había visto más mundo que el de su aldea, así que todo era nuevo, todo le llamaba la atención y tuvo que ponerse al día a marchas forzadas. Asegura que era "muy buena estudiante" en su país y que eso la ayudó a avanzar. "Llegué cuando ya estaba empezado el curso, sexto de Primaria, y me escolarizaron en el María Barbeito. En seis meses aprendí castellano porque no sabía nada", explica y, a partir de ahí, con su esfuerzo y el de los profesores que la acompañaron, dentro y fuera de las aulas -ya que iba también a clase a Equus Zebra- consiguió sacar los cursos sin repetir, con buenas notas y hasta cogiendo francés en segundo aún cuando no había estudiado el idioma nunca. Quería estar en clase con sus amigas.

"Hay que tener en cuenta que estos chicos no escogen venir, se mudan con sus familias, así que, muchas veces, tienen sentimientos encontrados y no nos podemos fijar solo en el nivel académico, hasta que no encuentran el equilibrio emocional no empieza en progreso en los estudios por mucho que machaques con ellos las asignaturas, así que hay que procurar, primero, que se sientan cómodos", explica Emilio García, que se queja de todas las trabas que se encuentran las familias migrantes sobre todo a nivel burocrático cuando tienen que realizar gestiones que necesitan para instalarse en su nueva residencia o para solicitar algún tipo de servicio. "Algunas veces hasta yo, que tengo una carrera, no sé cómo hay que cubrir ciertas cosas, ¿cómo lo van a saber ellos que acaban de llegar?", se pregunta el jefe de estudios.

En el instituto Agra do Orzán estudian 540 alumnos, de los que 80 no tiene nacionalidad española, aunque hay más población inmigrante que no cuenta para las estadísticas, ya que algunos jóvenes, cuando llegan a A Coruña, tienen ya DNI. Hay alumnos de toda latinoamérica, de Brasil, de Rumanía, de China, de Mali, Senegal y hasta de Nigeria, según explica García.

"Superé varios obstáculos, exámenes... Sacrificándome conseguí aprobar y estar en Bachillerato, aunque me cueste también un poco conseguiré sacarlo ", dice Jordan, que con este premio se ve reforzado en su conducta. Dice que el primer problema que tuvo al llegar al instituto fue aprender a "hacer resúmenes" y a "estudiar para aprender", no solo para aprobar. Los profesores le decían que tenía que mejorar "la expresión" y aún se ríe cuando le recuerdan todas las faltas de ortografía que cometía y que una a una ha ido dejando atrás.

"Muchas veces, el hecho de compartir el idioma, más que una ventaja es un impedimento, ya que das por hecho que entienden todo lo que les dices, cuando no es así. Si hablan otro idioma, sin embargo, te esfuerzas tanto porque comprendan lo que les dices que crees que no saben cosas que, en realidad, ya saben", explica García, y cuenta una anécdota. El hermano de Nilu, que es mayor que ella y llegó antes al IES Agra do Orzán, resolvía sin problema ecuaciones de segundo grado pero no era capaz de hacer divisiones tal y como se las ponían en el encerado.

Al final, se dieron cuenta de que lo que no entendía era qué se le estaba pidiendo, ya que en India el sistema de representación de las divisiones es muy diferente.

Para Nilu, la llegada al instituto fue "un shock", ella estaba acostumbrada a una escuela en la que, a pesar de ser mixta, los niños se sentaban con los niños y las niñas con las niñas. "Me llamaba la atención todo, la forma de vestirse de la gente y también cómo se relacionaban las personas entre ellas y ver a las mujeres fumar en público", explica Nilu, cuyo aspecto ahora es occidental. "En mi cultura, son las familias las que te casan y aquí veía a novios y novias cogidos de la mano en el instituto, además, yo soy de un pueblo pequeño y eso no se veía", comenta.

Dice que no tuvo que renunciar a sus aficiones, porque no las tenía. "En Bangladesh, aunque tengas aspiraciones, no puedes cumplirlas, la sociedad no te deja, porque se piensa que las mujeres están para la casa y la cocina, como aquí en la Edad Media", explica Nilu, que asegura que, de pequeña, ni siquiera podía jugar al criquet con sus hermanos. "Cuando ves a los niños jugar, te dan ganas de ir con ellos, pero no puedes ni acercarte, te mandan para casa volando", resume.

Una vez que aprendió el idioma, las asignaturas se le fueron haciendo más fáciles, aunque ahora en el Bachillerato se complique un poco la materia. Traía ya "buen nivel de inglés y también de matemáticas", explica.

Para Jordan, que conocía el idioma, la entrada en el sistema educativo español fue "muy difícil", pasó de ser un buen estudiante en Colombia a que casi todas las materias se le hiciesen cuesta arriba. No todas, porque, según apunta Emilio García, siempre destacó en Educación Física y se le da bien música, a pesar de que nunca antes había recibido clases de esta materia.

"Allá el estudio es más básico, aquí aprendí mucha cultura que no sabía ni que existiese", comenta Jordan. Sobre la acogida de los compañeros, afirma que, a diferencia de sus años en Colombia, nunca tuvo peleas con sus compañeros.

Ambos dicen que sus familias les apoyan para que sigan estudiando. Aseguran que se sintieron "orgullosos" al ver que su esfuerzo se veía recompensado.