Más de tres décadas de carrera avalan a este polifacético artista que, en esta ocasión, se mete en el papel de escritor. Pablo Carbonell presenta a las 20.00 horas de esta tarde en el Garufa Club su primer libro El mundo de la tarántula, unas peculiares memorias vitales y profesionales. Las entradas pueden ser adquiridas en la red y en la propia sala a unos precios entre 13 y 15 euros.

-¿Cómo surge la idea de escribir sus memorias?

-La editorial Blackie Books me propuso escribir algo yo les di la idea de plasmar una parte de mi biografía que tuviera una relación con mis inquietudes artísticas. Más que una biografía en sí son distintas vicisitudes que me han llevado a la reflexión.

-¿Este libro le ha hecho percatarse de algún aspecto de su vida que hasta ahora le había pasado desapercibido?

-Sí, y esos hallazgos están plasmados en sus páginas. He procurado ser transparente, hay gente que me dice que el libro está muy bien desarrollado, y en parte es porque lo he escrito para mí y, por otro lado lo he hecho con un interés didáctico para prevenir a aquellos que se quieran dedicar a lo mismo que yo. Además, también le he dado forma de manual de arte.

-¿Algún detalle que le haya sorprendido especialmente?

-Lo que más me ha sorprendido ha sido redescubrir qué gente ha sido importante para mí y, sobre todo, la cantidad de tiempo que he perdido. Hay una parte a principios de los 90 en la que intento hacer un grupo de música y lo que hago es improvisar todas las noches en un bar, pasando casi tres años de borrachera diaria, y esos años me los podía haber ahorrado. Por otra parte, nunca había dado clases de voz hasta hace muy poco, y es otra de las moralejas que pueden ser útiles del libro: no se puede ser autodidacta a no ser que vayas a vivir mil años.

-¿Por qué el título El mundo de la tarántula?

-El título surge porque la madre de un amigo llamaba así al mundo de la farándula. Me parece bonito, porque ese mundo, el de la interpretación o el de la canción, es un mundo en el que te subes y te va atrapando como si fuera la red de una araña.

-El libro salió el 16 de marzo pero antes ya lo había presentado con éxito en varias salas. ¿Qué le da al público en estas presentaciones?

-Depende del día. Unos días me acuerdo de unas cosas y, otros, de otras. En este espectáculo me quito el disfraz y me dejo emocionar, contando cosas que me han pasado y situaciones que la gente no ha visto y que yo nunca había enseñado hasta este momento. La gente puede ver a un ser que se pregunta cosas, que sufre y que se destroza en determinadas etapas de su vida. Para mí es como si el público fuera el psicólogo y yo empiezo a soltar mientras me dejo acompañar por las canciones que explican mi vida y que tenían mucha importancia para mí en ese momento.

-¿Cómo se siente al ver que sus memorias generan tanta expectación?

-Me da un poco de pudor, he de reconocerlo. La mayoría de la gente piensa que las he escrito muy joven y que soy muy listo porque así podré disfrutar del dinero. Me alegro, espero que el libro le sea útil a los lectores, aparte de ameno, que ya me han dicho que lo es, y que la gente perciba lo emocionante que es, ya que hay partes que me hicieron llorar al escribirlas y me vuelvo a emocionar al leerlas.

-En este libro escribe un recuerdo especial a su compañero Pedro Reyes.

-Sí, él está muy presente en el libro, ya que empezamos juntos. También recuerdo a Javier Krahe, que me enseñó muchas cosas y me dio su amistad. Esas dos personas desaparecieron mientras estaba escribiendo el libro y no me quedó más remedio que rendirles homenaje. Hago una especie de mención fúnebre, pero lo que había escrito sobre ellos en un principio, no lo he tocado.

-Fue reportero en la primera hornada de Caiga Quien Caiga. Teniendo en cuenta la situación política actual, ¿considera que debería volver este programa?

-Cada programa es hijo de su tiempo. En el caso de Caiga Quien Caiga, a pesar de que aún existe en países como Italia o Argentina, en España ha habido que endurecer un poco el formato. Tenemos a Jordi Évole en Salvados y a Wyoming en El Intermedio haciendo lo que posiblemente harían los reporteros de Caiga Quien Caiga actualmente.

-¿Cree que ese programa rompió barreras entre el ámbito político y el periodístico?

-Mi pretensión era humanizar a los políticos, sacarlos de sus versiones oficiales y mostrar su lado humano. En aquel momento yo tenía un concepto de la persona que se metía en política, y ese concepto ha desaparecido prácticamente por completo. A mí la falta de individualización que tienen los diputados me resulta muy poco democrática, dicen que representan al pueblo pero representan a su partido, así que mi interés por humanizarlos fue una pérdida de tiempo total. Pero, ¿y lo que nos reímos?

-En más de una ocasión ha afirmado que, además de su vocación artística tiene vocación didáctica. ¿El humor sirve para educar?

-El humor tiene la fama de que es irreflexivo, pero eso se lo ponen porque en realidad es muy temido. El poder le tiene miedo al humor. Antaño, los bufones tenían que ser personas muy desgraciadas o marginadas para poder expresarse libremente sin que el rey les cortara la cabeza. Esa es una de las razones por las que la gente lo sigue considerando un arte menor.

-Teniendo una carrera tan polifacética, ¿le queda algo por hacer?

-En este momento tengo que aprender cómo hacerme fotos como si fuera Vargas Llosa, para defender mi faceta como escritor. Estoy pensando en empezar a fumar en pipa, llevar pajarita?

-¿Dispone de algún proyecto una vez concluya la presentación de este libro?

-Tengo que dosificarme, ahora terminaré los compromisos que tengo con El mundo de la tarántula, después me iré a México con Los Toreros Muertos y luego empezaremos una gira por España. Al concluir la gira, me gustaría meterme en las tablas de nuevo con el libro.