Once jóvenes músicos, de notable nivel artístico, provenientes de los dos conservatorios oficiales de A Coruña, han colaborado en este concierto. Ello ha hecho posible reunir, con tres de la propia Banda, a los catorce percusionistas necesarios para tocar esa formidable partitura que Revueltas compuso un año antes de morir: La noche de los mayas. La banda, así reforzada, y bajo la inspirada dirección de Andrés Valero, realizó una interpretación impresionante que suscitó la aclamación del público. Y no era para menos. El instrumento colectivo fue capaz de producir sonoridades fortísimas, sin la menor distorsión ni estridencia. (Lo cual, por cierto, me hace recordar que la Sinfónica mereció idéntica observación tras una soberbia lectura de la Tercera Sinfonía de Prokofiev, el pasado viernes). Es un inteligente aprovechamiento de recursos humanos que tenemos con tanta abundancia como calidad en nuestros centros de enseñanza. Lo digo con legítimo orgullo. En la primera parte, dos obras muy interesantes con sendos grupos reducidos de la banda. Burrundi, de Valero, está escrita para ocho instrumentistas de percusión; la mayor parte de ellos, parches y de sonido indeterminado (salvo timbales). La obra es de una riqueza rítmica abrumadora y se inspira en la música de la república africana de Burundi, la de las tristemente célebres guerras de las etnias hutus y tutsi. Otra obra muy interesante, Tres elegías, de Bryars, está escrita para clarinetes; nueve, en teoría, pero, como no pudo hallarse un clarinete contrabajo, hubo de sustituirse por un contrabajo (instrumento de cuerda). Una lástima porque, según Casella (La técnica de la orquesta contemporánea) "es de hermosísimo efecto". A la obra, muy interesante, refinada y de hermosas sonoridades, tan sólo le sobran unos cuantos minutos (no menos de diez) para ser perfecta.