El coreógrafo cubano Orlando Salgado, una de las figuras más destacadas del ballet internacional, concluye esta tarde un curso que ha impartido esta semana junto con Marta García en el Centro Coreográfico Galego, al que han asistido una treintena de alumnos. Ambos fueron bailarines en el Ballet Nacional de Cuba y en la actualidad se dedican a la docencia en el Instituto Universitario de Danza Alicia Alonso, adscrito a la Universidad Rey Juan Carlos.

-¿Cómo comienza a planificarse este curso?

-Conozco a la directora del centro, Mercedes Suárez. Ella me invitó a realizar un curso en enero, quedó satisfecha y decidimos repetirlo. Ha sido muy lindo porque hay muchos alumnos de diferentes ciudades, incluso hay algunos que han repetido.

-¿Cómo es la experiencia de impartir clase con Marta García?

-Es bonito, uno se apoya en el otro, hay detalles que uno ve y el otro no, hay un diapasón más amplio y para los alumnos es más enriquecedor, porque en poco tiempo ven dos formas diferentes de hacer las cosas a través de la experiencia de dos primeras figuras internacionales con mucha trayectoria.

-Su pasión por la danza comenzó en la infancia.

-Todo empezó en Cuba, cuando yo tenía 9 años y se iba a inaugurar la Escuela Nacional de Arte. Mi familia no disponía de muchos recursos y, aunque yo no sabía lo que era el ballet, entrar en la escuela, que tenía un sistema de internamiento en el que te daban estudios, comida y vestuario, me pareció una buena idea. Así que entramos mi hermano y yo a estudiar allí.

-¿En qué momento decide enfocar su carrera profesional a la danza?

-Fue algo paulatino, después de tres o cuatro años de estudio en la escuela empezamos a hacer prácticas con la compañía profesional del Ballet Nacional de Cuba, y eso te va incentivando, vas viendo todo lo que conlleva una puesta en escena.

-¿Cuáles fueron sus personajes favoritos en su carrera como bailarín?

-En lo clásico, el ballet que más me ha gustado siempre ha sido Giselle. En un estilo más actual, el ballet Carmen me ha dado muchas satisfacciones internacionales y muy buenas críticas, lo he disfrutado en mi etapa como bailarín y también como coreógrafo.

-Dejó de bailar en 2001 para dedicarse a la enseñanza. ¿Qué es lo que más le gusta de este trabajo?

-Es lindo cuando vas moldeando a una persona y ves a través del tiempo los progresos. Cómo le vas mostrando no solo la técnica, sino también la ética y la disciplina. Ver cómo lo van asimilando y se van creciendo en las representaciones, tiene un valor incalculable.

-¿Cómo percibe el desarrollo de la danza en España?

-Considero que este país siempre ha demostrado tener muy buenos maestros y bailarines, al público le gusta, pero no hay un apoyo que se concrete en los hechos. Hay unas infraestructuras increíbles de teatro pero no hay compañías, por lo que los bailarines que estudian aquí se tienen que ir o trabajar en otras cosas. Este país debería tener más compañías estables.

-¿Y en su país natal?

-Allí sí hay un apoyo, hay compañías que tienen su trabajo estable y los bailarines no tienen que estar pensado que acabarán dedicándose a algo diferente a lo que han estudiado, y eso les da una seguridad a los artistas. Aspiro a que, en algún momento, la gente entienda que un país sin el apoyo cultural es un país pobre, aunque económicamente tenga muchas cosas. El arte es el alimento espiritual del ser humano.

-¿Tiene algún montaje entre manos?

-En la universidad hemos montado la obra Don Quijote, que representaremos el 22 de abril en Puertollano, y después en varias funciones en Segovia, y haremos también un curso de verano.