Una ciudad que deja morir y después esconde su río no puede sentirse orgullosa de sí misma. Tampoco la que vive de espaldas a una ría deteriorada, a una fuente de riqueza consumida por la presión industrial y urbanística. O la que no batalla por abrirse al mar de una forma moderna y sostenible. "A Coruña venció a la geografía para mal", reflexionaba el arquitecto Manuel Gallego Jorreto en una entrevista sobre la deturpación de su orografía, de una bella naturaleza marítima llena de añadidos, fruto también de "unos niveles de incultura grandes entre sus dirigentes". Ciudad silenciada, ciudad desaparecida. Si en el agua están sus raíces, si el agua es memoria, es muy significativo que el mayor testimonio de que un día la urbe tuvo cursos fluviales es un monumento que se levanta como una jaula sobre una rotonda. Para mayor lamento, no son muchos los vecinos que saben que esa instalación en Elviña es un homenaje al río Monelos. Como es significativo que la construcción de infraestructuras se haya adelantado siempre en los presupuestos a la regeneración de O Burgo, lejos de haber sido jamás una prioridad inversora para ningún partido con responsabilidad en ello. El respeto de las sociedades por el agua da buena cuenta de su grado de respeto por sí mismas. Santiago recuperó para el disfrute recreativo del ciudadano, con una intervención mínima, el curso del Sarela bajo la falda de monte Pedroso. El interior de A Coruña tiene pequeños oasis fluviales en los que se podría repetir la experiencia. Bilbao decidió que la reconversión industrial le daba una oportunidad única para desperezarse de forma esplendorosa y ganar calidad de vida. La misma oportunidad que tendrá A Coruña cuando se limpie la ría o se derribe el muro portuario y se reencuentre con la parte vedada de su costa. Con sentido de lo público, con sentido de lo colectivo. En cuanto a transformación del espacio urbano, cómo se defina este terreno virgen será, sin duda, el gran legado de esta generación a la siguiente. Y también una ocasión para demostrar que se han superado esos "niveles de incultura grandes" que lamentaba Gallego Jorreto, que hay intención de sumergirse con otro traje en el futuro.