El concertista e investigador Jordi Savall, especializado en viola de gamba, tiene un papel fundamental en la revalorización de la música antigua. Ganador del prestigioso premio musical Léonie Sonning, el instrumentista ofrecerá un concierto mañana a las 20.00 horas en el Palacio de la Ópera. En él, Savall mostrará su visión del repertorio celta.

-En la grabación de sus discos, apuesta por alejarse de los estudios. ¿Qué le aporta grabar en espacios como las iglesias?

-Los estudios están muy bien para los instrumentos modernos que tienen mucha potencia y necesitan ser equilibrados. Con instrumentos antiguos, cuando vas a una iglesia con buena acústica tienes una ampliación natural de los armónicos, creando un sonido mucho más bello y auténtico sin ninguna manipulación técnica.

-Los siglos en los que se centra su especialidad fueron muy prolíficos en composiciones. ¿Cómo realiza la criba para incluir un tema a su repertorio?

-Trabajo siempre por temáticas, busco músicas bellas y que me emocionen, de cualquier época y país. Me fascina aportar con la música un mejor conocimiento de nuestro pasado que nos ayude a reflexionar sobre el presente. Por ese motivo, desde hace años hago músicas que nos aporten un poco de luz sobre lo que pasó en los tiempos de Carlos V, de Cervantes, Juana de Arco?

-Lleva décadas investigando melodías de diferentes culturas y épocas. ¿En qué medida le sigue sorprendiendo la música?

-Me sorprende muchísimo. En este momento estoy haciendo varios proyectos: acabo de terminar uno sobre las músicas de Ramón Llull, estoy trabajando sobre las rutas de la esclavitud, descubriendo las músicas de los esclavos y sus descendientes de África, Latinoamérica? Esto es lo maravilloso que tiene la música. Todavía siguen quedando siglos de patrimonio por descubrir.

-¿Se desplaza a los lugares cuyo patrimonio musical investiga?

-Cuando puedo sí que viajo, pero hoy en día gracias a la digitalización puedes también descubrir cosas sin tener que ir necesariamente a los sitios. Aun así, me gusta contactar con la gente. Por ejemplo, para el proyecto de los esclavos he estado en contacto con músicos de Malí, Madagascar, Colombia...

-Defiende la música como puente entre culturas. Si este entendimiento se puede dar a nivel artístico, ¿podría darse a nivel político y social?

-El problema fundamental está en que la cultura no es todavía una fuente de convivencia, es un aspecto lúdico, de prestigio, casi secundario en el mundo en que vivimos, donde lo más importante es la política o la economía. La cultura tiene que ser útil para la sociedad, y es preciso que todos tengan acceso a ella. Hay unas prioridades: tener donde vivir, comer, poder ir a la escuela... Y en estos casos hay mucho que hacer antes de que la música pueda ser un consuelo.

-A sus conciertos asiste un gran número de jóvenes. ¿Cree que cada vez se aprecia más la música de raíces tradicionales?

-Los jóvenes necesitan autenticidad, sentir que los músicos viven lo que están haciendo. A veces, en el mundo de la música clásica hay mucho formalismo y se crea una especie de barreras entre los músicos y el público, y esto en la música tradicional y antigua está mucho más abierto.

-¿Sería necesario impulsar la creación musical desde las aulas?

-Es importante en la escuela y en la familia. Antes, los niños tenían más capacidad para aprender música porque se cantaba en sus casas, y hoy en día la tecnología nos ha hecho más perezosos y no es lo mismo. La fuerza de la música viene dada por la emoción de la persona que la interpreta.