-¿Qué aspectos del urbanismo que se ha venido aplicando durante este siglo tienen que ser repensados?

-Salvo honrosas excepciones, durante la burbuja inmobiliaria hemos construido mucha y muy mala ciudad, con un urbanismo muy depredador, antisocial e insostenible. Para cambiar esto hay que pensar más en el reciclaje y la regeneración urbana desde una perspectiva más integral, que tenga en cuenta cuestiones sociales, ambientales y económicas. Tenemos una gran oportunidad para plantear nuevas estrategias y maneras de mejorar nuestros entornos urbanos y generar nuevas oportunidades para sus habitantes.

-¿A qué se refiere con ciudades antisociales?

-Son antisociales porque los parámetros bajo los que se ha construido la ciudad han estado muy dirigidas a una falta de socialización de las personas. El diseño urbanístico marca un estilo de vida basado en ir de casa al trabajo en coche y no tener relación con unos espacios públicos de calidad. Las ciudades se han ido diseñando básicamente para mejorar los beneficios de los promotores y no para mejorar la calidad de vida de sus habitantes, y ese es el origen de todo ese tráfico de influencias y esas tramas corruptas que han aparecido estos años.

-Apuesta por una mayor participación de los vecinos en el urbanismo de la ciudad. ¿Cómo puede materializarse esta participación?

-Cuando hablamos de implicación ciudadana hablamos de un concepto más amplio que es la negociación urbana. En la ciudad entran en juego diferentes agentes y debe establecerse un espacio de negociación para generar propuestas que definan un horizonte común. Por una parte está la administración pública, por otra la ciudadanía y por último las empresas o proveedores, ya sean de servicios o de conocimiento, como pueden ser las Universidades. Cada una tiene su propio lenguaje e intereses y nosotros lo que planteamos es el urbanista como un mediador entre esos agentes, con capacidad de gestionar esa complejidad en un proyecto común.

-Y más en lo concreto, ¿cuál debe ser el sistema para implicar a la ciudadanía en el diseño urbanístico?

-La gente se siente muy identificada con sus barrios y sabe cuáles son las deficiencias. Los vecinos son más fáciles de reunir a través de la idea de transformar su barrio porque todo el mundo quiere vivir en un entorno con equipamientos, en el que pueda ir andando a comprar o a un centro cultural sin temor a que le atropellen... En torno a estas cuestiones es muy fácil participar. Nosotros nos dedicamos a recopilar esas necesidades y a combinarlas con los estudios que hacemos. De ese proceso salen una serie de diagnósticos y conclusiones que trabajamos con vecinos y empresas para sacar conclusiones más eficaces.

-El proceso parece más enrevesado. ¿No es más ineficiente que la gestión más directa que se hace actualmente?

-Es más eficiente que el actual porque al integrar a las diferentes partes interesadas lo que haces es evitar posteriormente los conflictos, los retrasos y las alegaciones. Hemos visto cómo planes generales o ciertas actuaciones urbanísticas tuvieron que paralizarse al no contar con el respaldo ciudadano. Además, es más eficiente porque si se implica en el diseño de una plaza, por ejemplo, a las personas del barrios, esos vecinos van a cuidar mejor de esa plaza. No solo se genera un proceso con mayor consenso y menor respuesta social, sino que además se van a aportar soluciones que satisfagan a una ciudadanía que, al ser parte del proceso, cuidará ese espacio público.

-Defiende que una mayor participación podría ayudar a combatir la corrupción urbanística. ¿Por qué?

-La democracia y la transparencia ayudan a romper con las lógicas de tráficos de influencias y tramas corruptas que han generado estos grandes problemas en las ciudades. Muchos grandes proyectos ideados salen simplemente de una idea en un despacho y muchas veces acaban convirtiéndose en una ruina económica para los gobiernos de turno. La Cidade da Cultura de Santiago es un ejemplo palmario de que hacer una arquitectura de puertas cerradas en los despachos produce monstruos. En cambio, al introducir estos mecanismos, se buscan soluciones más democráticas y reales, y no proyectos para saciar las ansias faraónicas de ciertos gobernantes.

-¿Es posible revertir el daño causado en ciudades ya tan edificadas como A Coruña?

-Es posible y es necesario. En un país con millones de casas vacías y con problemas importantísimos de movilidad y desigualdad, tenemos que trabajar sobre la ciudad consolidada y mejorarla desde el punto de vista ambiental o social. Una ciudad como A Coruña se debe plantear la idea de impulsar una regeneración integral de sus barrios. De hecho, la actual concejalía de Rexeneración Urbana ya tiene esa idea en su propio nombre. Hay que ir al concepto de regenerar, reciclar, rehabilitar los tejidos urbanos existentes.

-Un problema actual del urbanismo en las ciudades es la gentrificación, que desplaza a gente con pocos recursos de sus barrios tradicionales. ¿Cómo se puede parar este fenómeno?

-Nosotros siempre planteamos tres cuestiones sobre esto. Una que tiene que ver con la participación de esas personas en riesgo de expulsión, otra que tiene que ver con esa idea de integralidad, y otra relacionada con una política publica de vivienda. Frente a la gentrificación, hay que plantear una regeneración integrada y participativa de los entornos en los que se cuente con los colectivos más vulnerables y en exclusión y que aporte soluciones habitacionales y transformaciones urbanas. Hay que impulsar la transformaciones de los entornos desde esta perspectiva participativa y luego integrar políticas públicas fuertes en materia de vivienda que fomenten la rehabilitación o el alquiler social.