El cineasta Charles Burnett asegura, en una entrevista con EFE, que las películas son una "herramienta" para cambiar la sociedad y cree que hacer un largometraje "de una manera honesta en la que cuentas la realidad social y política es un acto revolucionario".

Burnett (Vicksburg, Mississippi, 1944) es uno de los mejores directores afroamericanos de la historia del cine y protagoniza esta semana un ciclo del Centro Gallego de Artes de la Imagen (CGAI) en colaboración con Festival Internacional de Documentales Play-Doc de Tui.

Su ópera prima, "Killer of Sheep" (1977), "My Brother's Wedding" (1983), "When it Rains" (1995) y "To Sleep with Anger" (1990) son los cuatro filmes escogidos por los organizadores para acercar al público la figura de Burnett.

"Son cuatro películas muy representativas que recogen varios de los tipos de largometrajes que he hecho. Tienen en común que están basadas en hechos reales con gente real", destaca el director, que incorpora claras influencias del momento en que creció, en Watts, una comunidad pobre de Los Ángeles.

Siempre le dio importancia a "cambiar actitudes" y a "hablar con los niños" sobre los elementos que deben evolucionar en la sociedad y para eso "las películas eran una herramienta", por eso empezó su carrera en el mundo del cine: "Con las películas puedes hacer más que dinero, puedes hacer cosas por las personas", subraya.

Los filmes "pueden tener ese poder de arrojar luz sobre ciertos aspectos sociales y hacer que la gente tome conciencia" para huir de la "propaganda", algo que constató de joven cuando veía cómo se representaba a los japoneses tras la Segunda Guerra Mundial o lo que ocurría con "la comunidad negra", que parecían "inhumanos".

"Recuerdo la primera vez que vi una película japonesa sobre un japonés que no estaba hecha por un estadounidense, fue una revelación. Todas las imágenes anteriores eran muy estereotipadas, en cierta manera me abrió la mente conocer que existía otra realidad", destaca.

Insiste en que "las películas son una herramienta" para cambiar la sociedad y sostiene que "hacer las películas de una manera honesta en la que cuentas la realidad social y política ya es un acto revolucionario porque las imágenes de Hollywood no son reales normalmente".

"No tiene que ser un acto abiertamente político, pero el hecho de que cuentes la verdad, la convierte en un acto político. Hace falta tratar a las personas de manera humana para hacer que exista entendimiento", continúa.

Burnett reconoce que "a veces Hollywood hace algo por el cine independiente" porque "también interesa llegar al corazón" y tener largometrajes "con carácter emotivo o que cuenten otro tipo de historia", pero son minoritarios.

"Lo que le interesa a Hollywood es ir a una película grande, grandes espectáculos como La Guerra de las Galaxias o películas de Marvel que se hacen de manera serializada, que sigue bastante de moda, y que invierten doscientos millones de dólares para ganar mil. Mi tipo de películas es muy diferente, no busca los datos de taquilla", abunda.

Los directores independientes necesitan de iniciativas como el Festival de Cine Sundance para su difusión o "alternativas" como la "financiación colectiva", pues la ayuda pública es "prácticamente nula".

Son tantos los problemas para conseguir fondos para sus proyectos que en general deben "pedir un crédito en un banco", que puede llegar "si se tiene cierta experiencia, participa una estrella en la película o se cuenta con un buen equipo técnico", pero resulta "difícil lograrlo si esa experiencia no existe" y por eso es complicado empezar en el mundo del cine independiente.

Ahora Burnett trabaja en dos proyectos documentales, el primero empieza "a principios de la década de 1950 y evoluciona hasta la actualidad con la historia de los hospitales integradores" que había en Estados Unidos.

El segundo habla sobre la comunidad de Watts, donde se crió, que es una zona que tuvo "muchísimas fábricas" y ahora "se construyó encima de todas las toxinas que quedaron en el sustrato de la tierra y que se cuelan por las tuberías de plomo del suministro de agua, a lo que hay que unir la polución al aire".

Esto, advierte, "en una zona donde la mitad de los que viven allí son niños", tiene "consecuencias muy severas como daños cerebrales o asma" en la población más humilde de Los Ángeles.