Cuarenta y ocho menores de cuatro continentes se sientan dos o tres veces por semana, dependiendo de la edad, en los pupitres de la escuela intercultural de la Unidad de Asesoramiento a Migraciones (UAMI), situada en la Sagrada Familia. Son lo que más la necesitan. De hecho, son seleccionados de entre los alumnos de colegios coruñeses que demandan una plaza. Las solicitudes, según informan las responsables del proyecto, duplican las plazas existentes. La mayoría llegó a la ciudad sin saber el idioma tras haber dejado a sus amigos y familiares a miles de kilómetros. Acompañan a sus padres en la búsqueda de un futuro mejor. La adaptación no es fácil.

El desconocimiento del idioma es uno de los principales problemas con los que se encuentran a la hora de seguir con sus estudios, integrarse y socializarse. La falta de recursos económicos, la incorporación tardía al sistema educativo y el denominado "desfase curricular" -el nivel académico para niños de una misma edad es distinto en función del país de procedencia- son los obstáculos "más comunes" a los que deben hacer frente los menores, según un informe elaborado por el centro. Los diferentes valores culturales, la irregular escolarización, la poca o nula implicación familiar en las tareas escolares, el aislamiento social y la escasa relación social con otros niños son otras de las dificultades que tienen en cuenta en la escuela de la UAMI. "Se trabaja con fichas individuales porque cada niño es un mundo. Cada uno tiene un determinado nivel y una personalidad", explica la trabajadora social de la UAMI, Salomé Cao.

Los menores son derivados al centro de la Sagrada Familia por los orientadores de sus colegios. Y mejoran rápido, tanto a nivel educativo como social. Están rodeados de otros niños con problemas similares y reciben atención personalizada que complementa a la de sus colegios, que también disponen de personal específico para ayudar a los estudiantes inmigrantes en su integración. El aprendizaje del idioma es el punto de partida una vez que llegan a la escuela, que no solo se implica con los alumnos en lo académico. Favorecer la integración, crear un ambiente favorable a la socialización, tanto de los propios niños como de sus padres, promover el acercamiento entre nuestra cultura y la de sus países de origen, proporcionar información y apoyo a sus familias, establecer una relación de confianza para ajustarse a sus necesidades e intereses y desarrollar actuaciones de carácter social y cultural dirigidas a familias inmigrantes figuran entre los objetivos del proyecto. "El objetivo no es venir aquí a hacer los deberes", señalan las responsables de la iniciativa.

Las 48 plazas disponibles en la escuela de la Sagrada Familia están llenas todos los cursos. "Hay solicitudes para el doble", aseguran la coordinadora de la UAMI, María Porto; la trabajadora social, Salomé Cao; la dinamizadora socioeducativa, Raquel Pajón; y la docente, Natalia Domínguez. La mayoría de los usuarios son vecinos de la Sagrada Familia o de los barrios cercanos, ya que los menores que residen en otras zonas de la ciudad tienen dificultades para desplazarse hasta el centro. El curso pasado 14 colegios derivaron a alumnos a las clases de apoyo de la Sagrada Familia. De los 48 estudiantes, que se dividieron por edades en cuatro grupos, 16 procedían de América, 26 de África, dos de Asia y cuatro de Europa. Por países, la mayoría llegaron a la ciudad desde Marruecos (11), al que le siguen como países de origen Senegal (10), República Dominicana (7), Rumanía (4), Perú (3), Brasil (3), Ecuador (2), China (2), Nigeria (2), Argelia (1) y Venezuela (1). Las trabajadoras destacan que cada año es diferente y los porcentajes de alumnos por países varían de un curso a otro.