El Concello acaba de sacar a licitación la restauración de dos cámaras interiores de la Torre de Hércules cuyo estado de conservación hace precisa una intervención para evitar la caída de fragmentos de las paredes y las bóvedas. Este riesgo es el que hace que ambos espacios se encuentren cerrados al público, aunque tras la realización de las obras serán reabiertos para permitir una mejor visita del monumento.

Desde su construcción en el siglo II antes de Cristo, el faro romano levantado bajo la dirección de Gayo Sevio Lupo ha sido objeto de numerosas reformas para mejorar su estado, que durante varios siglos fue ciertamente preocupante debido al abandono en que quedó sumido. En el siglo V el historiador Paulo Orosio habla de la Torre de Hércules como de un "faro altísimo y digno de mención entre muy pocas cosas", lo que hace pensar que aún se encontraba en buen estado. Pero poco después debieron comenzar los problemas, ya que el arqueólogo José María Bello calculó que entre los siglos V y X cayó el muro exterior del faro, a lo que se unió que en la Alta Edad Media se levantó en las proximidades una fortificación para la que probablemente se emplearon materiales de la Torre, que a pesar de todo debió seguir funcionando como ayuda a la navegación.

La profesora Ana Goy Diz sospecha que sillares del faro también pudieron ser empleados para construir la fortaleza de la Ciudad Vieja, además de la Colegiata de Santa María del Campo y la iglesia de Santiago, aunque en 1553 el Ayuntamiento inicia la protección del edificio mediante la prohibición de nuevos expolios. Posteriormente se ordenó reparar las escaleras y la puerta, los cimientos y finalmente la instalación de unas nuevas escaleras. Este elemento había sustituido a la rampa mediante la que se accedía originalmente a la parte superior del faro y cuyo recuerdo permanece en las líneas inclinadas que ahora recorren el revestimiento exterior del faro instalado en el siglo XVIII.

El entonces capitán general de Galicia, el duque de Uceda, fue el responsable de que en 1685 se instalara una nueva escalera de madera que obligó a perforar las antiguas bóvedas romanas y de que se construyesen dos pequeñas torres para montar sendos faroles. Se cree que esa obra fue aprovechada para retirar la parte superior de la cúpula con la que remataba el edificio y que en su lugar se colocó un tejado con forma cónica.

La destrucción de uno de esos faroles llevó al ministro de Marina José Patiño a solicitar a mediados del siglo XVIII informes sobre el estado de la Torre que, aunque destacaban la solidez de la construcción original, proponían la realización de reformas, aunque no se llevaron a cabo, incluso cuando en 1769 un rayo acabó con el farol que aún quedaba en lo alto de la Torre.

Hubo que esperar a que en 1785 se decidiese llevar a cabo un proyecto de mejora del puerto para incluir al faro entre los elementos que debían reformarse, para lo que el capitán general de Galicia, Pedro Martín Cermeño y García de Paredes encargó al ingeniero militar Eustaquio Giannini que acometiera una restauración a fondo del edificio.

El técnico cumplió la orden de Cermeño de mantener en pie los restos romanos por motivos económicos, pero también por admiración hacia la obra que había pervivido durante tantos siglos. Giannini apostó por rodear la estructura cuadrangular del edificio con un revestimiento de piedra de cantería, por lo que su trabajo está considerado como "una de las primeras restauraciones científicas de un monumento de la antigüedad realizada en España", según figura en el proyecto que ahora afectará a dos cámaras de la Torre.

Las obras de Giannini, que se desarrollaron entre 1788 y 1790, fueron las de mayor calado entre las que se acometieron desde la construcción del faro, que en 1858 sufrió una pintoresca intervención con motivo de la visita de Isabel II, ya que las paredes interiores fueron recubiertas de papel estampado y telas, además de tabiques de barrotillo en la primera planta y falsos techos en las bóvedas. Estos añadidos se retiraron en 1902, año en que también se realizaron otras mejoras, mientras que en 1926 se instaló el equipamiento eléctrico y en 1956 se terminaron las nuevas viviendas para los torreros que sustituyeron a las construidas en 1861.

En 1992 se realizó una importante restauración del monumento para reparar los daños sufridos a lo largo del tiempo y justo después de concluirla fue necesario retirar el hollín generado por el incendio del petrolero Mar Egeo. En 2010 se efectuó una nueva limpieza interior del faro y en 2012 se restauró una de las cámaras interiores que se hallaba en mal estado, a la que este año seguirán otras dos, situadas en la planta baja y en la segunda.