Fueron los últimos guardianes de la galaxia Equitativa. Alguno también de los Chaplin. Hacían de todo y eran una familia. Y vieron cómo se echaba la llave a una etapa del cine en A Coruña, urbe ligada al séptimo arte desde sus orígenes, puesto que fue la segunda ciudad española en conocer qué era aquella magia en 1896. Hace diez años, el cine Equitativa, fundado por Albino Francesch en 1949, emitía su última película. Algunos de los trabajadores recuerdan aquel The End en su aniversario.

El cine de la plaza de Vigo fue el último superviviente a las salas de las grandes superficies. Las proyecciones cesaron el 4 de mayo de 2006. En agosto del año anterior paraba el proyector de los Chaplin. Muchos de los trabajadores habían estado en ambas salas, al estar gestionadas por la misma empresa.

Recrea la época Marcos Fernández, que no ha abandonado el mundo del cine, una vocación que se le despertó muy temprano, cuando vio por primera vez de niño el proyector que tenían los Salesianos: "Lo tuve claro". En los últimos años del Equitativa, "se hacía de todo", desde estar en la puerta a controlar la cabina de proyección o ejercer de acomodador.

Busca en su memoria momentos inolvidables entre todas aquellas sesiones en las salas, ya convertidas en multicines, donde pasó once años. "Un señor intentó comprar una entrada para su paloma", relata el coruñés, que también rememora cuando la gran pantalla se precipitó encima de los que asistían a una proyección. "Salió alguien gritando que se había caído 'la película', pensamos que eran en cabina pero bajamos y encontramos a la gente sujetando la pantalla", narra.

El espíritu de Chousa

Ninguno de los trabajadores coincidió con Chousa, el eterno acomodador de los Equitativa y corneta de Riazor, ya fallecido. Marcos Fernández dice que los visitaba de vez en cuando y que tenía en la cabeza celebrar en los Equitativa el centenario del séptimo arte con la proyección de Extraños en un tren, el primer filme que se pudo ver en el cine del Ensanche, por aquel entonces con una única y elegante sala de proyecciones con capacidad para 411 espectadores.

Recuerda aún aquella única sala Necho Busto, que fue trabajador de la empresa durante unos 15 años y que pasó por muchísimos cines de A Coruña, haciendo el examen de operador en el Colón. "Era muy bonito, la verdad es que se echa mucho de menos aquella etapa. El contacto con la gente, el compañerismo que teníamos", cuenta con gran nostalgia Necho sobre aquella cuadrilla de los Equitativa, la mayoría hoy entre los cuarenta y los cincuenta años. "Lo conocíamos tan bien que ni nos hacían falta las linternas para orientarnos", comenta el coruñés, que comenzó en los Chaplin, ubicados en la ronda de Outeiro, justo frente a la casa donde se crió.

El benjamín de los guardianes era Martín Fernández, hermano de Marcos, de cuya mano entró a trabajar. Tenía 17 años. Como sus compañeros, "hacía un poco de todo" y aprovechaba los ratos libres para ver películas, aunque en aquella época de adolescencia, reconoce, se preocupaba más por "ir por ahí con los amigos". Entre las anécdotas que le vienen a la mente, la inundación de la sala cinco, la que estaba en un nivel inferior, justo además cuando en la pantalla se hundía el Titanic.

El segundo Marcos Fernández de la plantilla era un extra, acudía los fines de semana para financiarse durante sus estudios universitarios de Sociología. También evoca aquel ambiente como artesano y familiar. "Las colas invadían la plaza y salías a gritar a la calle qué películas habían agotado las entradas", ríe el coruñés, al que le vienen a la mente aquellos grandes rollos de película metidos en un saco. Con el cierre, conservó uno de un tráiler de El Señor de los Anillos. Quien más quien menos se llevó algo de recuerdo.

Como Domingo Prado, que trabajó durante dos años y que tiene una buena colección de pósters de películas que aún atesora. "De trabajar allí, lo mejor era poder ver cómo funcionaba el cine por dentro, los rollos, los proyectores...", afirma este vecino de Os Castros, que también estuvo unos meses en el Chaplin y que aprovechaba para ver todo el cine que le permitían los ratos libres en el trabajo.

El último 'boy scout'

Otro de los veteranos es Javier Expósito, de Os Mallos, que trabajó durante 16 años y asistió al proceso de transformación de una a cuatro salas. Trabajó también en los Chaplin y en el cine Riazor, donde un espectador se les quejó de que una película de Woody Allen estaba mal y ellos lo convencieron, porque realmente así lo creían, de que se debía a la especial creatividad del neoyorquino. "Era un sitio que me gustaba mucho, muy tranquilo, con un ambiente familiar", dice, comparándolo con el trabajo más "agobiante" que vivió un tiempo después en los cines de los Cantones, uno de los negocios, con Os Rosales, que desembocaron en el cierre de las salas a las que acudían los coruñeses los fines de semana en las últimas décadas del siglo XX.

Los cines Equitativa fueron el último boy scout de aquel grupo de pequeñas multisalas que retenían la herencia de los años dorados, cuando había casi una veintena de pantallas en toda la ciudad, con señoras acicaladas enhebradas del brazo de sus maridos y con niños de barrio que buscaban chatarra por donde podían para poder reunir unas perras para pagar la entrada, cuando Chousa quería ser John Wayne y casarse con "aquella guapa de ricitos", Claudette Colbert.