Las encuestas que realiza de forma periódica el Instituto Galego de Estatística (IGE) sobre las condiciones de vida de los coruñeses revelan una tendencia decreciente en la mención del ruido como uno de los principales problemas de los ciudadanos, aunque sigue figurando entre los primeros. Si en 2014 eran el 23,71% de los hogares los que manifestaban sufrir molestias de este tipo, al año siguiente ese porcentaje cayó hasta el 21%, cifra todavía muy notable y que refleja la gravedad del problema.

La situación no es novedosa, ya que hace ahora diez años el Valedor do Pobo calificó de "entorpecedora y hostil" la actitud del Ayuntamiento coruñés -entonces presidido por Francisco Vázquez- por no atender las quejas vecinales motivadas por el ruido y por no facilitar datos sobre las actuaciones desarrolladas en este campo. En aquel caso se trataba de las protestas de los afectados por el funcionamiento de los ventiladores del Fórum Metropolitano y por la actividad de locales de copas en la zona del Orzán, pero un recorrido por la actualidad coruñesa de los últimos años pone de relieve la continua presencia de problemas causados por el ruido.

Las obras del gigantesco aparcamiento del Papagayo y las de los túneles de la Marina generaron protestas de los vecinos más próximos a ambas actuaciones, mientras que en la Ciudad Vieja y la plaza del Humor padecieron con intensidad los trastornos que les ocasionaba el botellón multitudinario que se realizaba bajo sus viviendas. El barrio del Orzán sigue sufriendo, según los residentes, las molestias derivadas de la alta concentración de locales de ocio nocturno, a lo que se suma el inconveniente que supone vivir junto a una instalación industrial, como ocurre en Os Rosales con Maderas Peteiro y en Nostián y Bens con la refinería.

El tráfico es, sin embargo, la mayor fuente del ruido que perturba a los coruñeses, ya que lugares como las avenidas de Alfonso Molina, A Pasaxe, Ejército, Finisterre, Arteixo, Salgado Torres y San Cristóbal, además de las rondas de Nelle y Outeiro, figuran entre los lugares donde se aprecia un impacto sonoro más elevado a causa del tránsito de vehículos.

El Gobierno local del Partido Popular aprobó en julio de 2014 una ordenanza contra la contaminación acústica que fijó los límites máximos de ruido que puede producir cada una de las diferentes actividades que se desarrollan en la ciudad, así como las medidas que se deben adoptar para prevenir y corregir las molestias. Esa norma estableció un mapa de ruido que dividió el municipio en nueve áreas con niveles sonoros máximos diferentes, a lo que añadió disposiciones para locales de hostelería, vehículos, alarmas de seguridad, obras y música en la calle.

Pese a esta nueva normativa, las quejas ciudadanas por el ruido no han disminuido ni se aprecia una reducción del problema en un apartado tan importante como el tráfico, en el que solo un descenso de su intensidad parece ser la solución.