El grupo del PP en el Concello puso en escena el lunes en el pleno su indignación por una práctica que tanto el Gobierno local de Marea como los que le precedieron, incluido el popular de Carlos Negreira, han seguido en sus mandatos: incumplir las mociones plenarias. Las expone un grupo, se debaten y se votan, pero las que se aprueban no se cumplen, sobre todo si el grupo del Gobierno no la apoya, se quejó la portavoz conservadora, Rosa Gallego. Tal actitud le pareció "muy grave" y la calificó de "desprecio a los vecinos" que asisten al pleno, a quienes miró antes de enfilar la salida junto a sus compañeros y abandonar la sala en señal de protesta. Ocurrió después de que el PP exigiese mediante moción que se cumplieran las mociones y el edil de Marea Alberto Lema señalase que las únicas mociones resolutivas en los plenos son las mociones de censura.

El enfado le duró a los populares unos veinte minutos, lo que ocuparon las mociones de Marea, ya que los diez ediles regresaron al salón de plenos para el turno de preguntas, en el que hicieron tres. Cabe preguntarse si en esos veinte minutos le quitaron gravedad a la respuesta de Lema, si se dieron cuenta de que tanto el PP como el PSOE como el bipartito cuando gobernaban dejaban la mayoría de las mociones aprobadas sin cumplir y nadie ponía el grito en el cielo, o si se percataron de que ellos mismos con su actitud faltaban al respeto a los vecinos que llevaban cinco horas esperando por las tres preguntas del PP al Gobierno local.

La denuncia del PP abre el debate sobre la utilidad de las mociones. Si no son resolutivas, como dijo Lema, y no tienen validez jurídica, como alegó en marzo el alcalde, Xulio Ferreiro, su sentido queda en entredicho. Dado que es muy probable que, por mala costumbre política, los Gobiernos locales no las cumplan o solo acaten aquellas que les favorecen, quizá convenga eliminarlas del orden del día de los plenos. O que los grupos que el lunes apoyaron la moción del PP no vuelvan a presentar ninguna más.