-¿Cómo nació la idea de los presupuestos participativos?

-Surgen con mucha fuerza después del Foro de Portoalegre, en Brasil, en 2001. En los años siguientes llegaron a Europa y probablemente sea España el país donde más se han intentado utilizar. Empezaron en pequeños municipios catalanes y luego en Albacete, Logroño, Almería, Algeciras y Córdoba, que es donde más duró y que fue en la época en que el gobierno municipal era de Izquierda Unida. Ha habido 115 experiencias en España, pero no tienen duración en el tiempo.

-¿Por qué no continúan?

-Hay dos motivos, uno que haya cambio de gobierno en el ayuntamiento y que el nuevo no los utilice. Otro es que los partidos tradicionales no creen mucho en la participación ciudadana y a veces la utilizan para salir de una situación complicada y, en cuanto han salido, dejan de utilizarla. Esto obedece a que, según los estudios que hemos hecho, la participación no necesariamente premia a nivel electoral al partido que la pone en marcha, por lo que los partidos lo tienen en cuenta. En Galicia el BNG ha cambiado de estrategia en este aspecto.

-¿Cambió de opinión a causa de los resultados?

-Era partidario de la participación y la promovió, pero después de fomentarla vio que no le premiaba el electorado, sino que incluso le castigaba, por lo que pensó que tenía que dejar de hacerla. Los estudios que hay no demuestran que la participación dé réditos políticos.

-¿Son los partidos reticentes a dejar en manos de los ciudadanos un cometido tan fundamental como el presupuesto?

-Sí, y además el político piensa que le han elegido para tomar decisiones, y si las toman los ciudadanos y algo sale mal y el que responde es él, eso tiene poco sentido. Pero con los nuevos partidos la dinámica es diferente porque ellos vienen de movimientos sociales basados en la participación ciudadana, por lo que esta política consiste en mantener lo que precisamente les llevó a los ayuntamientos.

-¿Pueden fijarse porcentajes máximo y mínimo del presupuesto abierto a la participación?

-En el caso de A Coruña es un proyecto piloto, pero me sorprendió lo reducido de la cantidad de dinero destinado, un millón de euros, porque el presupuesto es de unos 250 millones y supone un 0,4% del total, lo que es una cifra ínfima. Entiendo que no se puede empezar con una cifra voluminosa, pero poner en marcha un proceso largo, costoso y que requiere que la gente se implique para asignar solo un millón de euros puede generar frustración. Incluso para empezar me parece una cantidad muy pequeña.

-Esa cifra representa el 3,17% de las inversiones. ¿Qué porcentaje fijaría usted?

-En otras ciudades se ha establecido un 5% de las inversiones. La cifra de A Coruña solo va a permitir desarrollar propuestas muy pequeñas o muy concretas.

-¿Es una dificultad la falta de experiencia de la población en estos procesos?

-Es un problema que si se continúa con este práctica se irá corrigiendo con el tiempo. La falta de experiencia de la ciudadanía va a dificultar la gestión del proceso y va a hacer que la participación no tenga la calidad que sería deseable, por lo que creo que el primer año va a ser una tarea ardua. Pero el objetivo no es el volumen del presupuesto que se asigne, sino que la gente se vaya acostumbrando a participar y a tomar conciencia de lo público, de forma que no se trata de que arreglen mi calle, sino de que se arregle algo básico para la ciudad.

-Eso es lo que se aprecia en las propuestas, algunas dirigidas a toda la ciudad y otras que son la típica queja de barrio.

-Ha habido municipios que primero han dividido la ciudad en distritos o sectores para luego asignar una cantidad de presupuesto a cada uno. Porque a lo mejor a la gente de Os Castros no le interesa lo que vayan a hacer en Monte Alto. Otra manera es hacerlo de forma global, aportando propuestas que afecten a toda la ciudad.

-¿Sería más eficaz esta participación si existiesen distritos?

-Facilitaría las cosas al poner en marcha procesos de participación y en la asignación de prioridades por parte de la ciudadanía. Tener un distrito de referencia en tu zona permite una mayor sensación de cercanía con el Gobierno local y una predisposición a hacer propuestas.

-¿Qué pasaría si un gobierno en minoría asume propuestas ciudadanas y el resto de partidos las tumban?

-Es curioso que este tipo de procedimientos se ponen en marcha casi siempre con gobiernos en minoría y cuando las propuestas ciudadanas se rechazan se transmite que la oposición las ha vetado para trasladarle el coste de ese veto.

-¿Cree posible evitar que se dé marcha atrás en los presupuestos participativos?

-No, si este equipo de gobierno no continúa tras las próximas elecciones, los que vengan van a hacer lo que quieran. Puede ocurrir que si la gente está acostumbrada a que se le consulte, después exija que se haga, pero la experiencia nos dice que no. En las ciudades donde dejaron de hacerse presupuestos participativos no pasó nada, como en Ferrol, donde no hubo reclamación de la ciudadanía. Si queremos que la participación perdure tiene que ser de calidad, porque si no se acaban frustrando los políticos y la ciudadanía, como puede suceder si las propuestas no son vinculantes y si al final el electorado vota a la oposición.