Alfonso Molina ya tiene reforma. En principio sobre el papel, con planos, trazados viarios y novedades urbanísticas que entre este año y el siguiente por lo menos, en la práctica, transformarán el principal vial de acceso a la ciudad en una avenida urbana. Ocho meses han tardado el Concello y el Ministerio de Fomento en ponerse de acuerdo sobre qué proyecto era el conveniente, el que se ajustaba a las pretensiones de ambos. El plan definitivo, con cesiones de uno y de otro, es una propuesta de integración consensuada que el concejal de Rexeneración Urbana calificó ayer de "victoria para la ciudad", aunque añadiendo que el Estado "ha asumido como propias las ideas que el Concello defendió desde el primer momento". El comentario de Xiao Varela invita a la discordia. Desde que Fomento envió el proyecto la semana pasada, el grupo del PP, que gobernaba antes en la ciudad y nunca cuestionó el plan inicial que defendía el Estado, se atribuyó el mérito de haber diseñado la propuesta final y recalcó que el Ejecutivo que le sucedió se rindió al criterio técnico del Ministerio. Una impresión que difiere en gran medida de la del Gobierno de Marea. Un estudio detenido de lo que ofrece el proyecto y un vistazo a la hemeroteca, permite comprobar que no todos los deseos del Concello ni todos los de Fomento se recogen en el plan consensuado y que, para llegar al acuerdo, han tenido que abandonar ideas desaconsejables. Con la reforma de Lavedra visible en un horizonte más despejado de obstáculos técnicos y conflictos entre intereses políticos, la ciudad, no el PP o Marea, es la que gana.