Nací en la parroquia de Santa Cruz, en el municipio de A Pobra do Caramiñal, de donde eran mis padres, José y Josefa, quienes también tuvieron a mis hermanos Encarna y Valentín y a mi gemelo, Miguel. La razón de trasladarnos a A Coruña fue que mi padre era maquinista naval y trabajaba en petroleros noruegos, por lo que siempre estaba fuera de casa, de forma que decidieron venir a la ciudad para que los hijos tuviéramos oportunidad de estudiar, ya que en nuestra aldea no era posible.

Nos instalamos en la calle Ángel Senra y mi primer colegio fue el de doña Isabel, del que pasé al Karbo, en el que hice todos los estudios primarios, y luego entré en el recién inaugurado instituto de Monelos con la primera promoción de estudiantes que hizo allí el bachiller. Posteriormente ingresé en la Escuela del Trabajo, en la que hice los estudios de técnico electricista.

Mis primeros amigos fueron los del barrio, entre los que destaco a José Antonio, Viñas, Puchín, Manolita, Esperanza, Elvira, Cristóbal, Mucha, los Gajino Cousillas, Pepa, Pardellas, Manolo y Suso. Mi hermano Miguel y yo fuimos uña y carne durante esos años, por lo que nos conocían como los gemelos de A Coiramia.

Como las calles todavía estaban sin asfaltar, nuestros juegos los hacíamos en ellas y sus alrededores, ya que apenas había casas. Jugábamos al fútbol en el desaparecido campo de la Peña y bajábamos hasta los Estrapallos, donde había una gran fuente casi pegada a la fábrica de gaseosas de San Cristóbal.

En verano nos íbamos hasta la Granja Agrícola, a la que entrábamos por una puerta situada junto a un lateral de la Casa Cuna, y allí cogíamos ranas, lagartos, grillos y jilgueros. Estos últimos los atrapábamos con una red fina y luego los vendíamos a la gente en la calle, ya que eran apreciados por lo bien que cantaban. Los domingos y festivos la Granja se llevaba de familias que bajaban allí a comer y merendar, lo que permitía que todos los niños disfrutáramos de aquel lugar, que era inmenso.

Los cines de barrio fueron una de nuestras mejores diversiones, sobre todo los Doré, Monelos, España y Gaiteira, que eran los más baratos, por lo que había que hacer cola para entrar, sobre todo a las butacas de general, ya que así nos ahorrábamos unas perrillas con las que podíamos comprar pipas, chufas o palo de algarroba que vendían en la entrada en unos carritos.

A partir de los doce años empecé a jugar al fútbol, primero en el Orzán y luego en el Maravillas, Deportivo Ciudad y Altamira. Con el Deportivo Ciudad tuve la suerte de jugar los que fueron los mejores años para mí, ya que quedamos campeones varias veces y fue uno de los mejores clubes en los años setenta, con Dopico como entrenador, mientras que durante mi carrera deportiva tuve entre otros compañeros a Viñas, José Antonio, Nito, Manolecho, Carlis, Lolo y Calibre.

Nuestra playa preferida fue la de Lazareto, que siempre estaba abarrotada y en la que teníamos que esperar en el Puntal a que se retiraran los niños de las colonias del Sanatorio Marítimo y nos tirábamos al mar desde las escaleras. En esos años comencé a acudir con los amigos a las fiestas y bailes, como los de El Seijal, en San Pedro de Nós, al que a veces íbamos andando y otras en los autocares de Cal Pita y A Nosa Terra. También íbamos al Rigbabá, Cassely y el Sallyv, que estaba en nuestro barrio. Además, hacíamos guateques en un pequeño bajo de mi padre que estaba en la calle Pedroso, que también alquilábamos a nuestros amigos sin que se enterara.

Empecé a trabajar en una empresa eléctrica llamada Arga, ya desaparecida, y después he desarrollado toda mi vida laboral en el sector eléctrico. Me casé con Amelia, a la que conocí en un baile del Cassely y tenemos un hijo llamado Marcos.