Las dificultades en el aprendizaje escolar abordadas desde ángulos distintos como la neurobiología, la expresión oral, las matemáticas o las relaciones familiares son el objeto de debate del segundo curso de verano que esta semana programa en Afundación la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo (UIMP). Francisco Rodríguez Santos, director de este curso y profesor asociado de la Universidad Autónoma de Madrid, analiza los trastornos de la memoria en la infancia, dificultades para las que propone tratamientos específicos con los que reducir sus efectos una vez dejados atrás los años escolares.

-¿En qué momento de la infancia se suelen descubrir trastornos en el desarrollo y en el aprendizaje?

-Aquellos que afectan a niños con problemas de memoria autobiográfica, es decir, acontecimientos y cosas que han vivido en un pasado cercano y que les cuesta evocar y recordar, se suelen dar pronto en niños nacidos prematuramente que tienen alteraciones cerebrales o epilepsias.

-¿Cuáles son más frecuentes?

-Los más frecuentes son los relacionados con no recordar hechos o conceptos, como las fechas, números, datos históricos o geográficos. Hay muchos niños que tienen dificultades en este tipo de memoria.

-¿Niños que en sus primeros años no padecen estas dificultades en la escuela las pueden ir adquiriendo progresivamente?

-Sí, porque son dificultades del desarrollo neuropsicológico que afectan a niños disléxicos o con trastornos del lenguaje. Hay menores que no pueden fijar la memoria en lo que están aprendiendo. Lo estudian, lo ven, lo viven pero no son capaces de retenerlo.

-¿Cuál es la respuesta que deben dar los profesores para subsanar estos trastornos?

-Aunque la memoria es la base del aprendizaje, sus trastornos son muy desconocidos. O no se evalúan o se valoran de una forma muy limitada y siempre en relación a temas como la lectura, la escritura o el cálculo. La escuela tiene que identificar a los niños con estas dificultades y dar pistas de qué errores cometen para hacer una evaluación neuropsicológica más especializada; a partir de ese momento hay que plantear intervenciones como las que se hacen en los casos de discalculia, de autismo o de hiperactividad.

-¿Cómo responden las familias en los hogares?

-Estas dificultades de memoria no son bien entendidas. No se trata de que el niño no lee bien o tiene problemas de cálculo, sino que olvida o no recuerda cosas que ha estudiado. Se suele creer que el niño tiene que repetir muchas veces lo mismo o insistir más o pasar más horas estudiando, pero no es así. A menos que se haya identificado su dificultad y se haga un tratamiento específico enseñándole estrategias como la de organizar la información o almacenarla y recuperarla, no se está haciendo un tratamiento adecuado. Es positivo también que haya un psicólogo que pueda guiar a las familias, siempre que se detecte el problema, y dar tareas para hacer en casa.

-¿Qué necesitan los padres además de paciencia para asumir esas tareas de mejora?

-La mayor dificultad es cómo interpretan ellos los problemas de memoria de sus hijos. Porque pueden pensar que su niño es vago o despistado o que no se motiva lo suficiente, cuando en realidad le explicamos a los padres que se trata de un problema de incapacidad. No es que el niño no quiera hacerlo, sino que no puede hacerlo. No porque un niño con dislexia lea más va a leer mejor. Necesita un tratamiento específico. Una vez que las familias entienden eso, que es una dificultad específica de su hijo, se tranquilizan bastante y se pasa a la parte en la que se interviene de forma más adecuada.

-¿Estos trastornos de la memoria se superan cuando los niños crecen y llegan a la adolescencia y la madurez?

-Depende del trastorno. Los más graves perdurarán durante la adolescencia y la edad adulta. Hasta el 40% de las personas que eran hiperactivas cuando eran pequeñas lo van a seguir siendo. Con la dislexia ocurre lo mismo. Se supera con más frecuencia la dislexia, el déficit de atención por hiperactividad o elementos de cálculo. Los problemas más graves como el autismo, algunos tipos de hiperactividad o trastornos del lenguaje son difíciles de superar. Pero, sin terminar de solucionarse, se mejoran.

-¿Esa gravedad dificulta la integración y la inclusión cuando los afectados se enfrentan a realidades serias de la vida?

-También depende del trastorno. Por ejemplo, el autismo va a condicionar las relaciones sociales, pero si el nivel de inteligencia es bueno el chico puede trabajar sin problemas como matemático, informático o ingeniero y tener una vida, digamos que satisfactoria. Un hiperactivo puede ser emprendedor y hacer negocios y proyectos, alguno de los cuales le puede funcionar bien sin que tenga que fracasar. Dependerá del ambiente y del apoyo que reciba esa persona.

-¿Qué han hecho en los talleres del curso de esta semana para prevenir estas dificultades?

-Enseñar a los profesores elementos de detección para saber cuándo sospechar que un niño tiene trastornos en la memoria y cuándo poner en marcha estrategias para favorecer el aprendizaje de los niños a través de la codificación de la información, dar pistas para evocar y reconocer y hacer preguntas para que haya alternativas de respuesta.