Han pasado diez años desde la reforma del mercado da Guarda en la plaza de Lugo y los comerciantes todavía recuerdan cómo era la instalación antes del cambio. Las nuevas infraestructuras que prometían ser beneficiosas para todos, en el presente distan bastante de los propósitos iniciales, consideran. "Ahora hay más limpieza, pero antes era mucho más bonito y tenía mejor luz y más claridad", afirma Eugenia Merino desde su puesto de marisco. María del Pilar Vázquez, en otro de carnicería, expresa su descontento con la gestión del proyecto: "Mucho prometieron y no hicieron nada. Las instalaciones son mejores, pero dejan mucho que desear y antes venía más gente a comprar".

Los puestos de pescado y marisco están en la planta baja y los de carne y alimentación, en la primera. Esta distribución no gusta a los placeros porque creen que dificulta la venta, algo que no ocurría años atrás. "Los de la primera planta salimos perjudicados porque vendíamos más cuando estaban todos los puestos mezclados", asegura Sonia Ramos desde su casquería. Hay un problema común que destaca la mayoría: las infraestructuras. "Hay una gran carencia de señalización. Faltan carteles en el exterior que digan que esto es un mercado", insiste Ramos.

Tanto Toñi Pereiro, en su pollería y puesto de carnes exóticas, como Chelo Hermida, presidenta de la Asociación de Mercado de la Plaza de Lugo, acentúan los fallos y desperfectos de las instalaciones. "A veces trabajar es incómodo, porque los ascensores y las escaleras son insuficientes. El aire acondicionado y el parking van mal y tenemos un montacargas estropeado desde hace semanas", sostienen estas comerciantes.

Aunque hacen hincapié en las deficiencias del mercado, las placeras están de acuerdo en un aspecto positivo: que "la mercancía es la mejor de la ciudad y de Galicia"; y además algunos puestos, ahora, ofrecen por primera vez servicio a domicilio.