Los 32 inquilinos del número 65 de la calle de la Torre se tienen que despedir de sus viviendas. Algunos vecinos, como María Dolores Otero, llevan en el inmueble medio siglo y creían que el piso que habían elegido entonces sería, para siempre, su hogar, aunque no fuesen sus propietarios, aunque pagasen un alquiler cada mes. Cuenta Otero que el dueño del inmueble lo ha vendido a una empresa y que esta nueva propietaria les ha avisado por carta de que, según vayan venciendo los contratos que tienen vigentes, no se les renovarán, por lo que tendrán que empezar a buscar otro sitio en el que residir.

"Todos pensábamos que los nuevos propietarios iban a arreglar la fachada y las ventanas y que eso nos repercutiría en el alquiler, que nos lo subirían un poco, pero nos han dicho que no es así, que la idea es reformar el edificio y venderlo", según explica María Dolores Otero. Eso les obliga a casi todos a iniciar la búsqueda de un nuevo hogar, independientemente de su situación personal, de su edad y los problemas de salud que tienen.

El presidente de la asociación de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria de A Coruña, Herminio Carballido, explica que la de no renovar los contratos a los inquilinos cuando se tiene un nuevo proyecto para una propiedad es una práctica legal y normal entre las empresas que han adquirido edificios, ya que ahora, los contratos de alquiler cuentan con una fecha de comienzo y otra de fin, aunque muchos de estos convenios se renuevan automáticamente con el paso de los años si ambas partes están de acuerdo.

Carballido recuerda que "antes de 1988" había unos contratos de duración indefinida y la modalidad de la renta antigua, que permitía a los inquilinos pagar una cuota muy pequeña por el uso del inmueble. A partir de ese año, sin embargo, los contratos se empezaron a firmar con duraciones definidas. "Los hay por un año, por dos, por cinco, por más... pero ahora todos los contratos tienen un final", comenta Herminio Carballido. Es por esta razón por la que se ven afectados todos los vecinos, menos cinco familias, que conservan todavía un convenio indefinido y la propietaria no tiene capacidad para echarlos de su vivienda.

Otero se queja de que muchos de los vecinos son ya mayores y que se tienen que enfrentar a un cambio de vivienda tras toda la vida en la misma casa, un inconveniente con el que no contaban a estas alturas de su existencia. Esta vecina denuncia, además, que con esta finalización del contrato, no sabe qué pasará con el dinero que los inquilinos han invertido en renovar sus viviendas. Y es que, según explica María Dolores Otero, algunos de los residentes en el inmueble, realizaron inversiones para adecentar sus casas, pensando que vivirían siempre en ellas.

Es su caso, ya que, por motivos de salud tuvo que mudarse a otra vivienda en el mismo edificio y ejecutar, también, reformas en la casa para que su vida pudiese ser un poco más cómoda. El hecho de cambiarse de vivienda ha provocado que pierda su condición de inquilina con contrato indefinido, ya que, a pesar de que es en el mismo edificio, el contrato es nuevo.