Cuando M.C. fue por primera vez al grupo 24 horas de Alcohólicos Anónimos no tenía ni idea de que lo que a ella le pasaba era "que estaba enferma".

"Yo no había perdido mi casa ni nada, pensaba que no me iba a quedar. Yo era pensionista y podía hacer lo que quisiera, tenía todo el tiempo del mundo. Todos los días, por la tarde, salía de casa y decía: 'voy a dar una vuelta por el paseo marítimo', pero siempre me paraba antes en el bar a tomar algo y nunca, nunca, llegaba a dar ese paseo, siempre me quedaba bebiendo", relata M.C. Ninguno de los que atienden al teléfono o abren la puerta del número 10 de la calle Diego Delicado, ninguno de los que se encargan de que los demás no se sientan solos, sabía antes de convertirse en miembro del grupo, que no era la sexta ni la séptima copa la que les hacía mal, que era "la primera" la que lo torcía todo.

Entonces, veían sorprendidos a sus compañeros de trabajo o a sus amigos, incluso a sus hijos o parejas, con una capacidad de la que ellos carecían, la de ir a un bar y tomarse un refresco o la de pedirse una cerveza o una copa y marcharse para casa y de despertarse bien al día siguiente.

La primera gota de alcohol es la que lo cambia todo para ellos, la que les vuelve a sumir en el infierno en el que luchan a diario por no volver a caer. "Esto no se cura, así que, lo que hacemos es pensar que, solo por hoy, no vamos a beber. Si pensamos que es para toda la vida se nos hace un mundo", explica J.R., otro de los miembros del grupo. La primera vez que fue a pedir información lo hizo con una idea muy clara: quería que le "enseñaran a beber menos, no pensaba en dejarlo", comenta. Los usuarios del grupo 24 horas son, además, voluntarios. Hablan de su vida anterior, de todo aquello que ya no quieren repetir, de los gritos, de las resacas, de los golpes, las pérdidas, los temblores, las visitas al hospital y de la soledad. "Al principio, cuando un usuario llega, le explicamos su enfermedad y también cómo funcionamos y le recomendamos que venga todos los días. Esto está abierto siempre, así que no hay excusa para seguir bebiendo", resume J.R.

Hay gente que les dice que no tiene tiempo para invertir en el grupo, que no puede pasarse toda la tarde entre esas cuatro paredes, esperando a que alguien llame para sentirse acompañado. "No se acuerdan de cuando se pasaban horas y horas en el bar, bebiendo, entonces no les importaba nada", analiza M.C., que asegura que, en el grupo 24 horas nadie le va a "dar un diploma por llevar dos meses sin acodarse en la barra frente a una copa llena.

Su intención es seguir muchos años con la puerta abierta, no confiarse y seguir tejiendo ese salvavidas al que se enganchan cuando alguno de ellos tiene un "bajón", porque los hay. "Lo ves en la gente que deja de venir, que cree que ya está bien, que ya no necesita al grupo y, más tarde o más temprano acaba recayendo", comentan. Y es que la suya es una carrera de fondo, una lucha contra ellos mismos que se gana cada 24 horas. "No hay fórmulas mágicas, no dejas de beber por hacer un tratamiento de once meses", resume M.C.

Son usuarios, pero con experiencia, la que les permite ceder su tiempo y su apoyo a los que todavía no han iniciado el camino de la sobriedad o a los que tropiezan en su particular carrera de fondo.