Palacio de la Ópera lleno. Reiterados aplausos y exclamaciones de entusiasmo. Hasta seis bises. Manifestaciones de aprobación que no parecían tener fin. No ha podido empezar mejor esta llamada Programación Lírica. Sobre el escenario, dos cantantes muy queridos y aplaudidos en otras ocasiones para interpretar fragmentos de ópera y melodías de Broadway. El público se volcó con los dos artistas tanto en la ópera como en la comedia musical americana; porque ellos -estadounidenses, ambos- cantaron maravillosamente un repertorio que les resulta muy afín. Pero son voces de ópera y para la ópera. Ahí es donde dan lo mejor de ellos mismos. Cornetti mostró condiciones excepcionales: graves estremecedores (Re dell'abisso, de Un ballo in maschera, y escena de Amneris, de Aida, ambas de Verdi), agudos impresionantes (Mon coeur s'ouvre à ta voix, de Samson et Dalilah, de Saint-Saëns), centro impecable, bien igualado y un fiato espectacular (I got rhythm, de Gershwin). Kunde, tenor de timbre heroico, cautiva por el agudo brillante y poderoso, pero también por la utilización de la media voz y la obtención de sonidos aflautados (Quando le sere al placido, de Luisa Miller, de Verdi); posee además una gran capacidad expresiva (Maria, de West side story, de Bernstein). Pero sus dos grandísimos momentos fueron sin duda un precioso Celeste Aida, de Aida, de Verdi, y Nessun dorma, de Turandot, de Puccini. Este conocido fragmento desencadenó una tempestad de aplausos y gritos de entusiasmo con la que concluyó este brillante acto musical. Una voz del público señalando la extraordinaria labor del pianista acompañante, José Ramón Martín, puso de relieve su espléndido cometido. También Cornetti y Kunde, tan justos como generosos, rivalizaron en destacarlo a lo largo del recital.