El Castro de Elviña se enfrentará el próximo año, en el que comenzará una nueva campaña de trabajos en este enclave, a lo que será uno de sus principales retos, su conversión en un lugar visitable por los ciudadanos con el fin de que comprendan su trascendencia en la historia de Galicia. Para el arqueólogo municipal, Marco Antonio Rivas, se trata de uno de los yacimientos "más importantes" de la comunidad, al que su proximidad a la ciudad "le da un valor cultural muy importante". El hecho de que además se extienda sobre una superficie de 30 hectáreas de propiedad pública le confiere además una especial relevancia a la hora de proporcionarle un uso social, según este experto.

No fue hasta el comienzo de este siglo que los terrenos sobre los que asienta el castro fueron adquiridos por el Concello, ya que hasta entonces eran propiedad de los vecinos de la zona, lo que supuso continuos problemas para efectuar las excavaciones. "Ahora hay que convertir ese esfuerzo económico hecho por el Concello en un rendimiento social", proclama Rivas, para quien el lugar es hoy un yacimiento arqueológico "interesante para la investigación pero no atractivo para el público".

"Llega el momento de que prime el uso sobre la investigación", señala el también autor del proyecto que se desarrollará en el castro, quien es partidario de que las excavaciones "permitan comprender mucho mejor las estructuras que ya están a la vista". Rivas estima beneficioso que el yacimiento pueda ser visitado de forma continua por la población "porque eso va a hacer que se mantenga, que los caminos no se llenen de vegetación..." y que al mismo tiempo pueda continuar la investigación. En la misma línea, el edil de Culturas, José Manuel Sande, cree que esta actuación supondrá "una nueva etapa para el patrimonio coruñés", ya que el yacimiento será considerado como "un nuevo espacio cultural integrado en A Coruña". Espera que sea "un punto de partida" para un mayor número de intervenciones en este sentido. El proyecto había sido licitado en 2015 por el PP pero el concurso se anuló por un error formal.

Uno de los problemas con que cuenta este lugar es el acceso, porque el único existente no admite el paso de autobuses o de muchos coches. Uno de los factores que pueden resolver esta dificultad es su proximidad a la tercera ronda, lo que permitiría abrir una nueva vía de conexión desde esa circunvalación, aunque el arqueólogo del Concello advierte de que "también es bueno mantener los caminos actuales para que la gente venga a pasear por su cuenta y vea el yacimiento al margen de visitas guiadas, con un acceso mucho más abierto que ahora". Para Rivas, el uso social del yacimiento "no solo es compatible con su conservación, sino necesario, porque la falta de uso está causando problemas de conservación".

A pesar de la gran extensión de terreno sobre la que se cree que existieron construcciones que formaban parte de este poblado, en la actualidad la superficie visible solo ocupa entre 4 y 5 hectáreas. El complejo se estructura a partir de la parte superior del monte, llamada croa, bajo la cual existen al menos dos terrazas sobre las que se asientan las viviendas y otras construcciones no residenciales. Rivas explica que las estructuras que eran visibles antes de que se excavase pertenecen a la última fase en la que el castro estuvo habitado, aunque su ocupación se inició en torno al siglo II antes de Cristo y continuó durante 800 años.

"Su evolución va en paralelo a la ciudad romana de A Coruña y es posible que en algunos casos fuera inversamente proporcional", advierte el arqueólogo municipal, quien considera que en fases en la que el asentamiento urbano estuviese en crecimiento, el de Elviña disminuyese en importancia. Una de las características más sobresalientes del yacimiento del Castro de Elviña y que lleva a pensar que sería más grande de lo que se cree es que hay pocos espacios habitados que se hayan descubierto, mientras que alrededor de la croa existen grandes espacios públicos, una circunstancia que no es habitual en los poblados de este tipo y que para Rivas supone que "muy probablemente A Coruña ya tenía importancia antes de la existencia de la Torre de Hércules".

Las investigaciones efectuadas hasta el momento no permiten saber cuántas personas vivieron al mismo tiempo en el castro, pero Rivas destaca que el hecho de que en el asentamiento haya espacios públicos "revela que hubo una jerarquía y por lo tanto que había que controlar un volumen de población notable", aunque también hay que tener en cuenta que algunas personas estuvieran en este lugar solo de forma temporal y que procediesen de otros castros.

Al acceder al poblado desde la zona sureste se encuentran estructuras que pertenecen a la zona de uso público, como en la que apareció el llamado Tesoro de Elviña, que fue trasladado al Museo Arqueológico del Castillo de San Antón, donde se conservan la diadema-cinturón, la gargantilla y el collar que integran este conjunto. Se piensa que toda esta área era un espacio público porque en ella se encuentra también el aljibe que abastecía de agua a los pobladores, cuyo manantial lo llena en invierno hasta llegar a los primeros peldaños de la escalera que sirve para acceder al fondo.

También se halla en esta parte del castro el templo en el que se veneraba un ídolo fálico, que estaba clavado en el suelo de un recinto de forma ovalada y que, al igual que las joyas del tesoro, fue llevado al museo arqueológico. La existencia del manantial de esta terraza y del que se encuentra en la croa favoreció la elección de este lugar como asentamiento, pero no fue el único, según Rivas, quien detalla que también buenas zonas de cultivo, así como vistas de A Coruña y de las vías de comunicación terrestres de la época, por lo que a su juicio "tiene una ubicación estratégica".

A esto se suma la existencia de rocas graníticas de la parte superior del castro que quizás tuvieron algún significado para poblaciones anteriores, ya que allí han aparecido huecos con forma de pie y cazoletas. El técnico municipal recuerda que es frecuente que los afloramientos graníticos se usaran en aquellos tiempos como referentes en el paisaje y que además se sacralizasen. Una línea de rocas graníticas colocadas por los pobladores delimita la zona donde se encuentran el aljibe y el templo del ídolo fálico, lo que se interpreta como un intento de reflejar la trascendencia que tenía esta parte del castro, en la que también se halla la casa de la exedra, denominada así Monteagudo por la forma abovedada que tiene en un lateral, en la que puede apreciarse que estuvo ocupada en diferentes épocas y con usos diferentes. Por el momento se desconoce qué finalidad tenía esa construcción con una estructura tan peculiar, en cuyo suelo aparecieron muchos molinos de mano, por lo que se especula que pudo albergar un horno.

La ladera del monte fue dividida en tres recintos diferenciados mediante la construcción de murallas, la más importante de las cuales es la que cuenta con dos torreones semicirculares en medio de los cuales hay una rampa y unas escaleras. La fortificación ejerce presión sobre la terraza inferior, por lo que en las obras que se desarrollarán el próximo año se consolidarán para evitar que afecte a las construcciones situada a su pie. También está previsto excavar entre la casa de la exedra y el templo para investigar si existía relación entre ambos edificios, así como si había caminos que los comunicasen.

Al llegar a la croa se aprecia uno de los atractivos del yacimiento, las espectaculares vistas que ofrece, ya que desde allí se divisan la ciudad, la Torre de Hércules y un amplio tramo de costa. Al mismo pie del castro aparece el campus universitario de Elviña, que se prolonga hacia la derecha por el de A Zapateira. El giro hacia el suroeste permite apreciar desde este lugar el barrio de Novo Mesoiro y la tercera ronda.

La zona suroeste del castro es la única descubierta de uso doméstico, con viviendas que tenían techo de paja. En sus proximidades están las formas realizadas en las rocas que se creen anteriores a la época castreña. Aquí se trabajará para impedir la acumulación de agua que se forma con las lluvias y que los muros de las viviendas no descansen directamente sobre la roca. También se instalará un pavimento de arena y arcilla para diferenciar los usos de cada zona.

En un nivel inferior hay construcciones que estuvieron dedicadas a trabajar los metales y una estructura ovalada que representa un enigma para los arqueólogos. Rivas explica que tiene poco que ver con el resto, ya que es más grande y bajo ella aparecen muros que revelan la existencia de tres fases constructivas diferentes, la más antigua del siglo II antes de Cristo y la última de cuatro siglos después.

Tiene además un zócalo para darle mayor altura que fue levantado durante una remodelación muy importante cuya causa es desconocida. Por el momento se ignora qué función tendría esta construcción, que tiene muros adosados y una pila excavada en la roca, por lo que se excavará para comprobar su planta y averiguar qué uso tuvo, aunque se supone que era público.

La muralla que rodea esta parte del castro está jalonada en algunos puntos por tocones de árboles que crecieron sobre ella, ya que el poblado estuvo enterrado durante siglos y las raíces se encajaron entre las piedras, por lo que ahora serán retirados para evitar que afecten a la fortificación. También se trabajará en la consolidación de paños de esta parte de la muralla, en la que hay rocas integradas a lo largo de su trazado, ya que su ubicación fue aprovechada al construir las defensas.

La entrada suroeste al castro está apenas excavada, por lo que se continuará esta labor, que según Rivas permitirá ver que es "incluso más monumental que la de los torreones", ya que y tiene una especie de plaza en el medio que fue usada durante mucho tiempo porque tiene tres pavimentos superpuestos.