Nací y me crié en el lugar de O Graxal, en Cambre, donde estaba la antigua residencia de Educación y Descanso situada en los chalés de Bailly, muy cerca de la nacional VI y que hoy se encuentran completamente en ruinas. Mi padre, Aquilino, era el intendente del complejo, que había sido propiedad de un conocido comerciante y empresario coruñés. Anteriormente había sido jefe del personal subalterno en el edificio La Terraza y al poco de terminar la Guerra Civil un jefe suyo, Diego Salas Pombo, le comunicó que tenía un nuevo destino, al que se incorporó con mi madre, Aurora, y en el que además de mí, nacieron mis hermanos Aquilino y Fernando.

Aunque la residencia cerró en 1969, nosotros seguimos viviendo en ella hasta 1982, ya que mis padres se jubilaron en ese trabajo. El complejo fue Escuela de Mandos de la Falange y el Movimiento, así como de los militares, aunque también mandaban a los maestros a formarse en servicios sociales. Mi primer colegio fue el público de San Pedro de Nós, en el que estuve hasta los diez años y del que pasé al Instituto Masculino para hacer el bachiller.

Al terminarlo entré en la Escuela del Trabajo para estudiar Maestría Industrial, tras lo que hice Peritaje Judicial, aunque luego trabajé en Talleres Tamema y luego en la empresa química NCH, hasta que decidí independizarme para crear junto con mi mujer mi propia compañía de esta actividad, en la que continúo en activo.

Mis amigos de la infancia fueron Tonecho y Carlos Ballesta, Moncho de Matilde, Gerardo y Tonecho Chas, Carlos y Mado Garea, Kubalita, Carlos, Emilio de Vilar y Josechu, con quienes lo pasé fenomenal jugando por los alrededores de nuestra casa, que todavía estaban casi sin urbanizar, ya que no había más que unas cuantas casas de aldea. Recuerdo que en el colegio como casi nadie tenía reloj, para salir al recreo aprovechaban que sonara la sirena de la fábrica Cros en O Burgo, mientras que para volver utilizaban una campana o nos llamaban a gritos.

En verano íbamos con la familia a Bastiagueiro tras cruzar andando el monte de Montrove, por lo que llegábamos bastante cansados y, además, cuando en la residencia había cursos teníamos que estar de vuelta a las dos y media, la hora de la comida de los participantes. En la época del instituto tuve la suerte de que mandaran a la academia de don Julio y don Manuel, en O Burgo, donde me examiné por libre.

Después fui a la Escuela del Trabajo, donde tuve como compañeros a Javier Rubido, Carlos Morandeira, Willy Gundín y José Carneiro. A los catorce años entré en el equipo de fútbol del Hércules de San Pedro, en el que estuve varios años, hasta que los estudios me impidieron continuar, a lo que se sumó que mi familia no quería que me lesionara practicando este deporte.

Como a esa edad todavía no me dejaban bajar a la ciudad, los chicos de mi pandilla nos divertíamos en el cines de la zona, como el de la señora Manuela, el Coliseo en O Portádego y el Rialto de O Burgo, hoy desaparecidos pero que tantas ilusiones nos dieron a los niños de entonces. Los domingos íbamos al futbolín del bar Tranvía, que estaba en O Seixal, en el que siempre que podíamos hacíamos trampa, hasta que se daba cuenta el señor Bernardo y nos echaba a la calle.

En 1976 me casé con Marta Soto, con quien tengo dos hijas, Marta María y Paula, una de las cuales ya nos dio dos nietos, Ángel y David. En 1978 hice los cursos de piloto comercial en la escuela del aeropuerto de Alvedro, lo que me permitió dedicarme después con mis amigos Lemos, Ángel Becerra y Pedro Maceira a pilotar una avioneta que arrastraba carteles publicitarios sobre las principales playas coruñesas en verano, aunque también hicimos fotografía aérea cuando esta modalidad se puso de moda.