En el lugar de Loureiro, en uno de esos núcleos tradicionales que señala el Concello en el mapa, se sientan alrededor de una mesa tres vecinos, uno de ellos creció en la zona, pero se fue y, años después, volvió para quedarse; hay un nacido en un pueblo de Ponferrada que, antes de recalar en Loureiro, pasó cuatro años en A Sardiñeira y no se plantea volver allí, y otro vecino que ha visto cambiar la ciudad desde este rinconcito del mapa.

Luis Rubén Fernández destaca de Loureiro que es una zona "muy tranquila", en la que el tráfico se para por las noches y en el que se puede correr por los caminos y por el monte de Bens. "Siempre estuvimos abandonados, antes no había alcantarillado y, ahora lo hay, pero se queda corto, porque no creció al mismo ritmo que las viviendas", explica Juan Huertas. Francisco José Gómez, que comparte mesa con ellos dos, asegura que, también en el parque de Bens, los sumideros se ahogan y rebosan agua cuando llueve.

Para ellos, hay varios centros en la ciudad, el que les queda más cerca es Os Rosales y es allí donde encuentran las tiendas que necesitan. Está a tan solo unos minutos, pero ya lo consideran una zona diferenciada a la suya; pero ven también como centro la plaza de Pontevedra, que es donde les deja el bus. "Aquí no hay una mercería si quieres comprar un botón o no hay un quiosco para comprar los periódicos", resume Juan Huertas, que considera que vive muy cerca del centro, tanto, que tarda solo 16 minutos andando en ir al estadio de Riazor. Defienden la movilidad en el bus urbano, aseguran que es "más cómodo" para ellos que viven en la zona de Loureiro, porque, de ese modo, se olvidan "de aparcar" y, enseguida, pueden volver a la tranquilidad de la terraza de un bar que no tiene nombre, pero al que todos llaman O Racú, con vistas a las fincas y a las casas unifamiliares que aún tienen vida en su interior.