Diana descansa, después de salir de trabajar, en la mesa de piedra que hay en el barrio de Mesoiro. Es el núcleo tradicional, en el que, si levanta la vista, se topa con una casa antigua, ya abandonada, y con verde, mucho verde de fincas que, algún día, sirvieron de sustento a muchas familias. Si se da la vuelta, sin embargo, hay un gran edificio con ventanas abiertas y cortinas cerradas. Para Diana, en la zona "faltan muchas cosas", no es que sean de "primera necesidad", pero sí que le gustaría que hubiese más vida. "Si queremos ir al banco, aquí al lado tenemos uno, pero no hay tiendas ni supermercado tampoco una hamburguesería y eso sí que nos vendría bien", sonríe Diana, mientras vigila que su perro no se escape.

Las necesidades de las viviendas unifamiliares no las conoce en profundidad, aunque asegura que los pisos, normalmente, adolecen de humedades. "Aquí hay mucha maleza", explica y señala alguna de las fincas abandonadas de la zona. No tiene un centro de referencia en la ciudad al que vaya a hacer compras o en el que quede siempre con sus amigos. Eso sí, ella, como sus vecinos, depende del autobús, del 23, del 23A y del 21, que los bajan al centro y les ofrecen un enlace con otras zonas, como Monte Alto.

Como en otros barrios alejados de María Pita, los vecinos demandan más atenciones, entre ellas, que "terminen el carril bici". El proyecto, según explica Diana, "lo empezó el PP, pero después lo paró" y, el resultado de esa actuación es que la obra está ahora "invadida por la maleza" en Mesoiro.