La Empresa Municipal de Vivienda representa un curioso ejemplo de sociedad municipal. Una compañía pública de vivienda sin viviendas, a la que el Ayuntamiento no ha encomendado en sus diez años de existencia ni una sola promoción de pisos. La Empresa Municipal de Vivienda, apellidada también de Servicios y Actividades, sí ha recibido encargos tan variopintos como la contratación a otra firma de la revisión del plan urbanístico de la Ciudad Vieja, la construcción y gestión de aparcamientos públicos, la gestión del cobro de las multas de tráfico a los conductores que las pagan de forma voluntaria, la red de Bicicoruña y la comercialización de la tarjeta turística Coruña Card. No fue hasta octubre pasado cuando el Concello le encomendó servicios de vivienda, dirigidos fundamentalmente al apoyo a vecinos con escasos recursos económicos. En diez años, la deuda de esta empresa ha crecido hasta los 1,2 millones de euros, sin que anteriores Gobiernos locales pusieran freno a ese déficit que ellos mismos generaron con encargos que implicaban gastos sin ingresos equivalentes. Toca ahora al actual Ejecutivo rescatar a la empresa, en quiebra técnica. En eso están de acuerdo incluso quienes causaron el agujero, del que no han hablado estos días. El Gobierno local echa mano de la renta social para obtener el dinero necesario y le resta otro medio millón de euros para que la empresa amplíe Bicicoruña. El retraso en la aplicación de esta renta social, por la demora en la aprobación del presupuesto y por la tardanza de la Xunta en permitir a los concellos ofrecen este tipo de ayuda, ha impedido ejecutar los 2,1 millones de euros previstos. Por eso recurre el Ejecutivo a ese fondo. El argumento técnico y económico no admite réplica, y no implica una renuncia de Marea a esta renta. Pero, como dice la edil del BNG, Avia Veira, "simbólicamente queda feo". Y, muchas veces, la política se construye sobre la base de símbolos.